Magaly Castillo

Activismo feminista y teatro popular por la defensa de los derechos humanos
Nicaragua, exiliada en Cataluña
Feministas Autoconvocadas – Articulación de Movimientos Sociales de Nicaragua

Es una activista feminista de Nicaragua. Licenciada en Psicología, es actriz e instructora de teatro popular. Creció en un barrio pobre de Estelí, una ciudad del norte del país. Su adolescencia estuvo marcada por múltiples violencias (discriminación, exclusión, acoso y agresiones machistas, etc.) pero ella consiguió superarlas a través del activismo.

A los 14 años empezó a participar en organizaciones juveniles y feministas. En la Casa de Adolescentes de Estelí, por ejemplo, hacía radio y teatro para promover la educación sexual y la participación juvenil. Por el camino, fue encontrando en el teatro popular y en el feminismo herramientas fundamentales para la construcción de nuevas realidades.

En 2015 puso en marcha, junto con otras mujeres jóvenes, el colectivo teatral Las Amapolas, con el objetivo de crear “un espacio de encuentro, sanación, pensamiento crítico y activismo feminista”, en palabras de la propia Castillo.

El colectivo se convirtió en un punto de referencia para otras mujeres de la ciudad, y llevó a todo tipo de escenas personajes femeninos poderosos.

La situación que se generó en Nicaragua durante la primavera del año pasado obligó a Castillo a dejar su país. En junio de 2018 llegó a Cataluña, donde participa en el colectivo Feministas Autoconvocadas, un grupo de mujeres feministas de Nicaragua y Cataluña que lucha para visibilizar las vulneraciones de derechos que se producen en el país centroamericano. También colabora con la Articulación de Movimientos Sociales de Nicaragua y con algunas expresiones autoconvocadas de la diáspora y personas de Nicaragua exiliadas en España.

Entrevista a Magaly Castillo

Has encontrado en el teatro una herramienta de denuncia y de transformación.

A mí, hacer teatro me salvó bastante la vida. Desde pequeña fue un recurso para sobrevivir a la violencia que sufría en el seno de la familia, y, a nivel general, del país. El teatro me ha permitido tener una voz y cuestionar mi realidad; ha sido el espacio en el que he podido gritar contra las injusticias.
En buena medida he sido autodidacta, pero también he participado en experiencias y formaciones con perspectiva feminista y social, donde he aprendido que el objetivo es resistir y apropiarnos de las artes escénicas, un espacio que nos había sido negado. Es aquí donde yo, una mujer, joven, de piel oscura, de clase baja, y ahora migrante, puedo hablar, ser escuchada e interpelar al poder.

En cuanto al colectivo con el que he construido complicidades, el teatro nos dio la posibilidad de encontrarnos como cuerpos violentados que para la historia no son más que cifras. Desde el teatro pudimos generar activismo y soñar con crear espacios para otras mujeres en los que se pueda hablar de todas las violencias, con seguridad, apoyo, afecto y diversión. Impulsamos estrategias colectivas de resistencia y pusimos en prácticas herramientas de economía feminista. La investigación teatral que hacíamos estaba vinculada a la experiencia cotidiana de muchas mujeres de nuestro entorno, lo que permitía crear escenas mágicas que mostraban opciones diferentes, personajes que podían construir herramientas y salir de situaciones complejas. Nuestro teatro buscaba ampliar las capacidades reflexivas y facilitar la búsqueda de una voz y una postura propias ante el sistema de violencias sobre el que descansan nuestras sociedades injustas.

Las violencias machistas marcan tu recorrido vital, pero te conectan también al movimiento feminista. ¿Cuáles son las principales reivindicaciones del movimiento feminista nicaragüense?

En Nicaragua, la tarea del movimiento feminista ha sido para muchas supervivientes de violencia una vía para salvarnos y para justicia social. Principalmente, todas las organizaciones y activistas feministas exigimos vivir vidas libres de violencias, y tener un código penal que nos ampare ante la violencia de género.

Desde 2014 tenemos la Ley 779 contra la violencia hacia las mujeres, pero el gobierno la ha utilizado solo para vender una imagen de buen gobierno a nivel internacional; internamente, ha destruido la ley. Quien apoya a las víctimas de violencia de género, quien les garantiza atención psicológica y legal, quien protesta cuando hay un feminicidio, quien cuenta y registra las víctimas y exige justicia, es el movimiento feminista y de mujeres. Y eso es lo que debería hacer el Estado.

Otra de las demandas del movimiento feminista es la derogación de la ley que desde 2006 penaliza el aborto, y que es consecuencia del pacto del gobierno dictatorial de Daniel Ortega con la iglesia. Y, por supuesto, también reclamamos libertad de expresión en Nicaragua —el movimiento feminista ha sido perseguido y censurado desde mucho antes de la crisis de 2018—, que desaparezca la persecución a líderes indígenas y afrodescendientes y a defensores de la tierra, y que se impulse una educación laica y de calidad.

Las protestas que se inician en abril de 2018 encuentran una fuerte base en el movimiento feminista.

Hace años que el movimiento feminista y de mujeres denuncia la actuación y la corrupción del gobierno, así como la instauración de un modelo económico corporativista que expropia, explota y roba por todas partes. Desde 2010 el movimiento feminista y de mujeres, con sus diversas expresiones, ha ejercido presión para exigir la renuncia del dictador Daniel Ortega y construir unos mínimos democráticos desde los cuales poder empezar a construir el Estado de Nicaragua.

¿Cómo es la situación actual en Nicaragua?*

La población es víctima de un estado de terror, aún estamos exigiendo que se nos deje de matar y de reprimir. Quince meses después del estallido social, no tenemos ninguna garantía de derechos humanos. Siguen los secuestros y no podemos protestar. Existe una legislación inconstitucional sobre terrorismo que se utiliza para acusar manifestantes, detenerlos y, cuando han pasado por meses de tortura, liberarlos con una ley de amnistía.

*Esta entrevista se realizó el 19 de julio de 2019.

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