Nadine Feghaly (Beirut, 1984) es una ilustradora y terapeuta artística libanesa afincada desde hace 13 años en Barcelona. Asegura que llegó a la ilustración casi por casualidad, y después de haber probado con varias disciplinas. Sus ilustraciones, poéticas y oníricas, abordan cuestiones políticas y preocupaciones del mundo actual como la protección de los animales y el medio ambiente, las cuestiones de género, las guerras y la justicia social, entre otros.
Tras estudiar diseño gráfico en Líbano y ver que podía ganarse la vida como ilustradora, Nadine Feghaly se instaló en Barcelona, donde estudió un posgrado especializado en ilustración de libros infantiles. Explica que decidió asentarse en la capital catalana por las similitudes con Beirut: “El tiempo, el mar Mediterráneo, el carácter de la gente. ¡Además yo en Líbano, antes de llegar a Barcelona, bailaba flamenco! La adaptación fue fácil porque siempre sentí la ciudad muy cercana”, explica. En Catalunya también se ha formado en arteterapia, pero en la actualidad apenas hace acompañamientos.
El arte como herramienta política; el arte como terapia
Cuando Nadine Feghaly nació, Líbano se desangraba en una cruel guerra civil (1975-1990) que causó decenas de miles de muertos y de desplazados y que marcaría un antes y un después en el país. Hasta que tuvo siete años, la autora convivió en Beirut con los estragos de esa guerra, algo que la marcaría, como a todos los niños y niñas de su generación. Asegura que recuerda pocas cosas de aquella época, pero que aquellos años se sienten en el trauma colectivo del país; y sobre todo, en la generación de sus padres. De la guerra que sí se acuerda al detalle es de la de 2006, cuando la milicia libanesa Hezbolá se enfrentó al ejército israelí. Las hostilidades duraron poco más de un mes, pero lo suficiente para que Nadine Feghaly se diera cuenta de que no quería continuar viviendo en Líbano. También fue entonces cuando comprendió la importancia de poder expresar lo que sentía a través de sus ilustraciones. Para cuando el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la Resolución 1701, que conllevaría el cese de las hostilidades entre las dos partes combatientes, Feghaly ya había tomado la decisión de irse. “Tengo un lado muy espiritual y creo mucho en la bondad, por eso me cuesta tanto entender las guerras y por eso mis dibujos están llenos de preguntas. Desde entonces uso el arte para cuestionarme muchas cosas. Lo hice casi de manera inconsciente”, cuenta. Sus dibujos casi siempre transmiten un mensaje. “No me interesa dibujar solo cosas lindas o demostrar que sé dibujar”. A través de su alter ego, su personaje Viola, la ilustradora ha conseguido crear un universo propio con el que mostrar sus inquietudes. “Viola es una voz, una niña interior a la que escucho para canalizar mi parte más sensible, la parte de mí que cuestiona las cosas. Nació en 2006 y el nombre lo cogí de una obra de Shakespeare, de un personaje que se llama Viola y que a veces se hacía pasar por hombre y otras por mujer. Viola también es un instrumento musical, una flor y un color”.
Líbano, un país en la encrucijada
En los últimos meses, Líbano ha estado en el epicentro de la guerra que se inició el 7 de octubre de 2023 entre Hamás e Israel en la Franja de Gaza. Los ataques del ejército israelí se han extendido al sur del Líbano, en la región de Beqaa y en algunos distritos de la capital, Beirut, por el apoyo de la milicia libanesa Hezbolá a la milicia palestina Hamás, que hasta la fecha mencionada controlaba Gaza. El punto álgido de las hostilidades recientes entre Israel y Líbano se produjo entre el 17 y el 18 de septiembre de 2024, cuando decenas de dispositivos ‘busca’ y walkies talkies explotaron de manera simultánea en un ataque coordinado perpetrado por el Mossad. Desde entonces, los ataques de Israel en el sur del Líbano no han dejado de sucederse. Si bien se produjo un alto al fuego el pasado 27 de noviembre, las hostilidades siguen hasta hoy en día y las violaciones de esta tregua han sido repetidas, lo que ha ocasionado el desplazamiento de población tanto libanesa como israelí.
A Nadine Feghay le duele ver todo lo que está pasando en su país. “Es una tierra muy bella y la gente es muy cercana. Al mismo tiempo, es un país caótico y sin justicia, pero la gente se ayuda mucho entre ella. Tras tantísimo caos y 15 años de Guerra Civil… Hay mucha unión entre la ciudadanía. Por otra parte también es un país dividido, entre los que apoyan a la resistencia y los que no. Sin la resistencia, Israel ya nos hubiera invadido. Esto divide muchísimo. También hay muchas presiones internacionales”, explica.
Antes de que Líbano se viera envuelto en la guerra en la Franja de Gaza, el país ya atravesaba un momento complicado debido a una importante crisis financiera ocasionada por la caída del tipo de cambio en 2019 (el valor de la libra libanesa cayó entonces hasta un 98%) y que ocasionó que gran parte de la ciudadanía perdiera los ahorros de toda una vida; la explosión en el puerto de Beirut de 2020 (que dejó más de 200 muertos y daños incalculables); y la aparición de la pandemia por la Covid-19. La crisis de liquidez, ligada a la inflación, la corrupción por parte de la clase política. y la mala gestión han provocado que el país haya tenido que solicitar ayuda humanitaria a países extranjeros.
En estos años, la inestabilidad económica de este país de menos de seis millones de habitantes pero situado en un punto estratégico en Oriente Medio ha ido ligada a una inestabilidad política importante. Tras más de dos años con un Gobierno en funciones en manos de Najib Mikati (desde que se celebraran las elecciones legislativas en mayo de 2022), recientemente el país ha conseguido formar un nuevo Ejecutivo. Tan solo hace unas semanas, el nuevo presidente libanés, Joseph Aoun, nombró primer ministro a Nawaf Salam, que tiene por delante varias tareas importantes, como la finalización de las hostilidades con Israel y el reflote económico del país.
«Todos los niños nacen dibujando”, dijo en una ocasión en una entrevista. Usted no solo dibuja, sino que todas sus ilustraciones llevan un mensaje y por eso se consideras artivista. ¿De dónde nace esa inquietud y cuándo decide profesionalizarse?
Como todos los niños, yo dibujaba de pequeña, pero nunca imaginé que me dedicaría a esto. Mis padres me habían apuntado a clases de pintura, de baile, de música… Pero la pintura no era algo que específicamente me llamase la atención. Fue a raíz de estudiar diseño gráfico que me fui relacionando más con la ilustración. Empecé con un blog y entonces, en 2006, estalló la guerra entre Israel y Líbano. Ese fue un momento clave. Yo sentía que tenía muchas cosas que explicar, y escribía e ilustraba. De ahí nació un personaje, Viola. Casi por casualidad. Lo metí en el blog y la respuesta de la gente fue muy buena. Eso me animó a continuar. A partir de ahí empecé a tener contactos con editoriales infantiles y me di cuenta de que podía ganarme la vida con ello.
¿Tiene algún referente clave en su trabajo?
Al principio me fijaba mucho en los artistas de cómic, porque hubo una época en la que leía muchísimo este género. Ahora ya tengo un estilo definido e intento no fijarme demasiado en lo que hacen los demás. Quiero mantener la autenticidad.
En sus dibujos hay temas recurrentes, como la protección del medio ambiente o los animales, el feminismo, la causa palestina… ¿Siempre ha sido así; siempre ha concebido sus ilustraciones como una herramienta para transmitir una idea o concienciar sobre temas concretos?
Cuando era más pequeña, me costaba nombrar las cosas y le tenía rechazo a la palabra ‘política’. Esto ahora ya ha cambiado y creo que el arte es político. Cuando vivía en Líbano, hice mucho street art. Sobre todo abordaba los temas ambientales. En Beirut, por ejemplo, apenas había espacios verdes o carril bici. Usaba a Viola, mi personaje, para denunciar y dar visibilidad a algunas de estas problemáticas. No puedo quedarme callada ante las injusticias y me encanta usar el arte como arma. Me molesta cuando no puedo hacer nada. Hay gente que habla, lucha, pelea… Yo he encontrado mi manera. El arte siempre ha jugado un rol muy importante en la historia a la hora de sacudir conciencias, visibilizar temas, promover la empatía… A veces, simplemente con un dibujo te puedes poner en el lugar de ese animal o esa niña que están sufriendo. Has mencionado lo de Palestina… ¿Qué podemos hacer ante algo tan grande? Yo me siento muy pequeña… Pero encontré la manera: creé unas pegatinas con la ilustración de una niña palestina y salía a la calle y las pegaba en sitios. Es mi manera de contribuir.
Mientras vivía en Líbano, ¿cómo fue su contacto con la comunidad palestina que está refugiada allí?
Tristemente, los palestinos en Líbano no están demasiado integrados, así que nunca tuve mucho contacto con ellos.
¿Y cómo está viviendo lo que sucede ahora en Gaza y lo que también ha sucedido y está sucediendo en Líbano?
El inicio de la guerra fue un shock tremendo para todo el mundo. ¿Cómo vivir un genocidio que sucede tan cerca? Para mí siempre ha sido un tema muy difícil, porque lo considero muy injusto. Ha habido épocas en las que he ilustrado mucho sobre eso; sobre todo desde el enfoque del duelo colectivo. En Barcelona he asistido a todas las manifestaciones y desde que empezó la guerra he conocido a gente nueva con la cual he llorado, hemos gritado. Es todo muy fuerte, sobre todo ver que pasan los días y nada cambia, que seguimos en las calles y nada cambia. Eso es frustrante. Después se produjeron los ataques en Líbano. Esto me afectó de otra manera y me deprimí. Hablaba con mis amigos de allí y con mi familia y me sentía mal. Me contaban que no podían dormir por el ruido; y a veces me quedaba despierta con ellos. Además de la preocupación que sientes cuando ves que borran tus recuerdos, tus lugares. Eso es fuerte. Septiembre, octubre y noviembre fueron meses muy duros en los que apenas pude dibujar. No le encontraba sentido.
¿Han cambiado sus ilustraciones y su mirada en estos 13 años que lleva instalada en Barcelona? ¿Continúa teniendo Líbano presente en tus ilustraciones?
Han pasado muchos años. Quizás lo tengo más presente cuando suceden hechos impactantes que me mueven. Ahora ya no dibujo tantas cosas relacionadas con Líbano, pero sí sigo haciendo ilustraciones relacionadas con el feminismo y el empoderamiento de las mujeres; o la protección del medio ambiente.
Precisamente estos dos temas, el ecofeminismo y el ecologismo son claves en su trabajo. Son también dos temas en el punto de mira de los movimientos y los partidos de extrema derecha globales, algunos de los cuales ya controlan algunas partes del mundo. Como ilustradora, pero también como mujer y como ciudadana, ¿cómo percibe todo esto que está sucediendo?
Confieso que estoy impactada por todo lo que está pasando. Tengo la sensación de que estamos dando mucha atención y estamos dedicando mucha energía a determinados personajes, como Trump. Esa atención les da poder, y yo no se lo quiero dar. Esa es mi intuición. Creo que estamos volviendo hacia atrás, como por ejemplo con el tema del aborto. Que dejen ya en paz a las mujeres, que dejen ya en paz a las personas trans. A todas. Ante esto no queda otra que continuar luchando y unirse con la gente que piensa igual que nosotros. Y seguir. No consigo entender nada de lo que pasa, la verdad.
Además de artivista, es terapeuta artística.
Yo hice un máster en arteterapia y antes de la pandemia por Covid, solía dar talleres en escuelas de educación libre y centros cívicos, a familias y a grupos. Solía trabajar mucho en esto; pero tras la pandemia me alejé un poco de este ámbito, aunque la continué aplicando conmigo misma. Ahora he vuelto a retomarlo un poco y estoy haciendo el acompañamiento de una niña de seis años de Gaza. Su familia ha perdido la casa. Me gustaría poder acompañar a más personas, porque creo mucho en la terapia artística.
¿Cree que todo el trabajo artístico debe contener un mensaje político?
No lo creo. Por ejemplo, mi trabajo también tiene mucho de espiritual, sobre todo en relación con la conexión con la naturaleza. Aunque, depende de cómo se mire, también ese mensaje es político. Que cada uno haga lo que quiera. Lo que sí creo es que el arte es una herramienta política muy potente. Entendiendo política no como algo de izquierdas o de derechas, sino entendiendo el concepto en relación a los valores humanos. Pero sí, puede que haya arte que no sea político.
¿Qué es lo que le gustaría dibujar, en un futuro? Un dibujo que sea a la vez un deseo.
La conexión con la tierra. Me gustaría que la cuidásemos más, porque la estamos tratando fatal y destrozando. Creo, sin embargo, que a veces hay que estar en un sitio oscuro para después poder ver la luz. Lo de Palestina ha servido para que ahora todo el mundo sepa dónde está Gaza y para visibilizar este tema. Todo el mundo ha visto los vídeos, los lives que se han hecho desde allí. Esto puede tener un efecto unificador.
Hace poco se llevó a cabo un encuentro en la residencia Faber- Llull con otras mujeres árabes artistas. Allí hicieron una puesta en común. ¿Qué temas surgieron?
Sí, resultó muy enriquecedor poder sentarnos a hablar; sobre todo, porque procediendo de países árabes, en estas conversaciones siempre suele haber hombres. Y los hombres suelen tomar el espacio del saber. Resultó muy lindo poder estar allí entre mujeres. Éramos unas diez y como tratamos de diferentes temas, surgieron diferentes opiniones. Algunas éramos diáspora, las otras no… Cuando llevábamos allí un par de días explotaron todos aquellos ‘buscas’ en Líbano. Fue un contraste muy fuerte estar en un sitio tan bonito sabiendo lo que pasaba en mi país. Me pasó lo mismo cuando se produjo la explosión en el puerto de Beirut, en 2020. Me costó asimilar las imágenes que me llegaban.