Tun Khin

Derechos de las minorías nacionales, étnicas y religiosas Derecho de asilo
Birmania/Myanmar
Rohingya Burmese Association UK

Tun Khin es una figura destacada en la denuncia de las graves vulneraciones de derechos humanos que sufre la comunidad rohinya en Myanmar. Él mismo es rohinya y creció en el Estado de Rakhine.

Aunque su abuelo había estado miembro del Parlamento birmano, Tun Khin ha visto negado su derecho a la ciudadanía. Explica que a principios de los 90 dejó su país para poder educarse: “Las autoridades de Myanmar no me permitían ir a la universidad simplemente porque era rohinya”, relata el activista.

El año 2004 pudo salir del país y trasladarse al Reino Unido, donde solicitó asilo (actualmente es ciudadano británico). En Londres, Tun Khin no olvidó su comunidad: “Sentí que podía utilizar mi posición como uno de los afortunados rohinyas que había conseguido huir del país para ayudar a mi gente en Myanmar.”

En 2005 nació la Burmese Rohinya Organisation UK (BROUK), entidad que presidiria Tun Khin. En ese momento, la comunidad rohinya era “invisible, olvidada”, en palabras del activista. BROUK surgió con el objetivo de sensibilizar los países occidentales sobre la situación que vivía la población rohinya en Myanmar.

En la actualidad, Tun Khin aparece a menudo en los medios de comunicación y ha intervenido en numerosos fórums para alzar la voz en favor de la comunidad rohinya. Entre otros, se ha dirigido al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el Congreso y el Departamento de Estado de Estados Unidos, la Comisión Europea, el Parlamento británico y el Parlamento Sueco.

Entrevista a Tun Khin

Durante tu infancia en Myanmar, ¿Eras consciente de la discriminación sufrida por la población rohinya?

Cuando era un niño vi la persecución de los rohinyas con mis propios ojos; tomé conciencia cuando tenía 8 años. Mi tío fue asesinado por las autoridades de Myanmar porque tenía una buena educación e influencia sobre la población rohinya, y mi padre tuvo que huir a Bangladesh porque fue acusado falsamente por las autoridades. Vi como amigos de mi hermano se casaban en secreto sin permiso gubernamental –la autorización para el matrimonio tarda entre dos y tres años o requiere un soborno – y eran sentenciados a penas de prisión. Recuerdo, también, que no pude ir a casa de un tío que había muerto en otro pueblo porque las autoridades no me dieron permiso.

¿Crees que la última crisis humanitaria ha tenido más impacto en los países occidentales con relación a las anteriores?

En cierto modo, es positivo que haya abierto los ojos al mundo sobre el genocidio que Myanmar lleva a cabo contra la población rohinya. Muchas personas que nunca habían oído hablar de los rohinyas ahora conocen mejor los graves problemas que nos encontramos. Pero Myanmar ha intentado aniquilarnos como pueblo durante muchos años; en los últimos años, los esfuerzos simplemente se han intensificado. Además, aunque la comunidad internacional ahora es más consciente, esto no se ha traducido en acciones.

¿Cómo explicas la posición de Aung San Suu Kyi?

Es triste que una buena parte de la comunidad internacional aún crea que Aung San Suu Kyi es la última esperanza para los rohinyas. Es absolutamente claro que el silencio de Aung San Suu Kyi sobre la cuestión rohinya no tiene nada que ver con el cálculo político o con el hecho de que ella se encuentre en una posición difícil. Simplemente no tiene ninguna voluntad política para ayudar a los rohinyas. Ha negado que es estén produciendo violaciones de derechos humanos y incluso ha cuestionado por qué la población rohinya huye. Para cualquiera que haya seguido su carrera, esto no debería ser una sorpresa. Se ha negado a hablar sobre los rohinyas durante muchos años, incluso durante la violencia de 2012.

Has visto los campos de personas refugiadas rohinyas en Bangladesh.

La última visita la hice en marzo*. Pese a los esfuerzos heroicos tanto de grupos de ayuda como del gobierno de Bangladesh, no hay ninguna duda de que hablamos de una crisis humanitaria. Algunos rohinyas viven en el que se ha convertido en uno de los campos de personas refugiadas más grandes y superpobladas del mundo. Hay una gran necesidad de ayuda, entre otras cosas de comida, agua y saneamiento. También hacen falta alojamientos duraderos que puedan resistir los monzones, que ha se han llevado vidas en los campos. Además, los refugiados también necesitan acceder a la educación y al mercado de trabajo. Estamos agradecidos de la generosidad de Bangladesh desde el inicio de la crisis, pero también nos preocupan los últimos informes que apuntan que el gobierno está restringiendo la tierra disponible en los campos y la construcción de estructuras más permanentes, así como el acceso de los refugiados a la educación.

Los campos de personas refugiadas rohinyas reúnen miles de personas con traumas profundos.

Hay grupos que ofrecen ayuda psicosocial en los campos, pero es insuficiente. Esto debería ser una prioridad para la comunidad internacional. Además del trauma de haber sido testimonios de atrocidades contra los derechos humanos en Myanmar, las personas refugiadas también están atrapadas en una situación que se suma a la sensación de desesperanza para el futuro.

¿Qué esperas de la comunidad internacional?

Necesitamos ayuda para asegurar que se hace justicia con los crímenes cometidos por las fuerzas de seguridad de Myanmar. Las autoridades del país han mantenido sus políticas genocidas contra los rohinyas durante décadas, pero nadie ha pasado cuentas. Esto da un cheque en blanco a los perpetradores para que continúen cometiendo crímenes. No se puede confiar que Myanmar investigará por sí solo. La esperanza ahora recae en el Tribunal Penal Internacional (TPI). Los miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tienen que remitir la situación al TPI.

* Esta entrevista fue realizada en junio de 2018.

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