Dimir Viana

Activismo social artístico contra la pobreza y la exclusión social y por el desarrollo comunitario.
Brasil
Artivista
https://www.facebook.com/dimir.viana

El recorrido profesional de este actor, director y autor teatral, músico, educador y activista está marcado por la conjunción entre el arte y el compromiso social. Nació en una gran favela de Belo Horizonte, la tercera ciudad más grande de Brasil, y creció en un ambiente de pobreza y degradación social.

Muy pronto se interesó por la música y el teatro, y durante su juventud, en la etapa final de la dictadura militar y los inicios de la redemocratización, se vinculó a los movimientos sociales de la Iglesia católica. Fue entonces cuando comenzó a implicarse en acciones políticas impulsadas desde la creatividad, y participar en sus primeros espectáculos teatrales y festivales de música popular.

Su formación como actor se inició en el Teatro Universitario de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG) y en la Fundación Clóvis Salgado, en 1993. El año siguiente se graduó en Educación artística en la Escuela de Música de la Universidad del Estado de Minas Gerais, y en 2007 obtuvo la Licenciatura en Teatro en la UFMG. Tiene también un Master en Educación, que cerró con un trabajo sobre las implicaciones metodológicas del Teatro del Oprimido en la educación de adultos.

Entre sus experiencias profesionales, destaca una estancia de cinco años en Italia entre 1995 y 2000. Durante este período, formó parte del Teatro Proskenion, y amplió su formación en teatro oriental e historia de la danza y el mimo en la Universidad de Bolonia.

Desde que visitó las “Ciudades Defensoras de los Derechos Humanos”, el año 2018, Viana ha intensificado tu tarea de formación de “multiplicadores” del Teatro del Oprimido, es decir, ha realizado cursos para profesionales de diversas áreas que quieren utilizar el método de Augusto Boal para la movilización social y la inserción comunitaria. Además, ha llevado a cabo acciones formativas en comunidades rurales, tradicionales y urbanas, y formaciones sobre Teatro del Oprimido para la promoción de los derechos humanos en el ámbito como la defensa del medioambiente o los derechos de las personas LGBTIQ+. Por último, Viana es actualmente investigador predoctoral en la Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP), desde donde trabaja en una tesis sobre la formación de docentes de educación infantil. También forma parte, en la misma universidad, de Laborarte, un laboratorio de arte, cuerpo y educación donde Viana desarrolla acciones formativas sobre el Teatro del Oprimido.

Entrevista a Dimir Viana

Tu trayectoria enlaza claramente las artes performativas y el compromiso social.

Las dos áreas se cruzan. Siempre he creído en el poder transformador y movilizador de las artes que, en mi opinión, tienen carácter de instrumento emancipador. Soy fruto de ello. Esta imbricación se ha traducido en la práctica en acciones en varios movimientos sociales, en los que utilizo la metodología del Teatro y la Estética del Oprimido, desarrollada por el dramaturgo brasileño Augusto Boal. Además, busco inspiración en las ideas libertarias del educador Paulo Freire.

La disertación de tu Máster en Educación se centra en el Teatro del Oprimido y sus implicaciones para la educación de adultos. ¿Cuáles son las principales contribuciones de este estudio?

Una de las principales contribuciones es la difusión de la metodología del Teatro del Oprimido en el espacio de educativo. Tanto en las escuelas como en la educación no formal, el método de Augusto Boal ha sido poco explorado en Brasil, país que impulsó el surgimiento de este teatro político y politizador en el auge de la dictadura militar que vivimos en partir de los años sesenta.

A través de esta investigación, llegamos a la conclusión de que sujetos jóvenes y adultos pueden practicar el arte del teatro en un entorno educativo, independientemente de su origen social y cultural. Las personas pueden ser actores o actrices, espectadores o espectadoras. Pero si optan por la segunda categoría, tienen que salir de su confort y adoptar una condición de espectActor o espectActriz, es decir, ser alguien que asiste al espectáculo pero se posiciona y se incorpora, legitimando sus ideas y opiniones sobre las opresiones del mundo real.

Otro aspecto destacable de la investigación es que apunta la proximidad entre el Teatro del Oprimido y la Pedagogía del Oprimido. El arte de Augusto Boal y el pensamiento educativo de Paulo Freire caminan juntos en el intento de emanciparse o apoderarse sujetos oprimidos.

¿Podrías compartir una experiencia significativa para ti en relación a tu trabajo con la metodología del Teatro del Oprimido?

No es fácil elegir, pero hay una que me marcó mucho. Hacía mucho tiempo que quería participar en alguna lucha contra la pedofilia; los malos tratos a los niños siempre me han indignado. De hecho, cuando sólo tenía cinco años sufrí abusos sexuales reiterados por parte de mi padrastro.

Pasaron los años, y a lo largo de mi trayectoria con el Teatro del Oprimido tuve la oportunidad de conocer el psicólogo social Walter Ude, profesor de la Facultad de Educación de la UFMG.

Este académico me invitó a capacitar profesores de escuelas públicas y agentes comunitarios para abordar concretamente la violencia sexual contra niños y adolescentes. Fue un gran proyecto de educación social, una acción de gran impacto. Hicimos piezas de teatro foro en tres municipios periféricos cercanos a Belo Horizonte y constituimos espacios de lucha contra las condiciones y opresiones vividas por los niños en aquellas ciudades. De la experiencia salió también una publicación.

Hablas del derecho humano a la belleza. ¿En qué consiste?

En el mundo de las artes, hay una lógica consagrada según la cual gente común aprecia, disfruta y consume lo que producen los artistas, muchas veces considerados como seres iluminados. El derecho a la belleza a la que me refiero subvierte esta lógica. Lo que busca esta perspectiva es que los sujetos oprimidos, más allá de acceder a los bienes artísticos y culturales, puedan acceder a los medios de producción del arte y la cultura. Hay que fomentar la acción estética como forma significativa de estar presente en el mundo. Por lo tanto, es importante que los oprimidos tengan colores para pintar, instrumentos para tocar, papel para escribir poesía, escenarios y calles para representar y bailar. Esto es un derecho humano.

¿Cómo ha evolucionado la situación de los derechos humanos en Brasil des de tu visita, hace dos años, a las “Ciudades Defensoras de los Derechos Humanos?

La situación es muy complicada, diría que está fragilizada. Con la llegada al poder de un ejecutivo de ultraderecha, los sectores progresistas, los movimientos sociales y los movimientos ambientales están sufriendo ataques continuos. Nos encontramos resistiendo frente un gobierno que tiene un presidente homófobo, machista, violento e ignorante, que entrega los recursos naturales a la explotación extranjera.

Los grupos minoritarios, que habían conseguido conquistas históricas con los gobiernos populares de Lula y Dilma, han perdido espacios en las políticas públicas. Indígenas, estudiantes, jóvenes, pobres, homosexuales, trabajadores y trabajadoras, hombres y mujeres en general, están perdiendo derechos. Los sectores de la educación, el arte y la cultura están siendo ninguneados explícitamente y desestructurados de manera contundente. Insisto: en derechos humanos, Brasil ha ido atrás. El autoritarismo y la censura han ganado espacio, a pesar de que, evidentemente, la situación no es igual a la de la dictadura militar, las formas se han actualizado. Tenemos una población dividida y polarizada: un sector de la sociedad predica contra el Partido de los Trabajadores y contra la izquierda, y los movimientos más progresistas intentan reorganizarse, de manera vacilante. Vivimos un periodo de tristeza en nuestro bonito país.

*Esta entrevista fue realizada en febrero de 2018, con motivo de la primera visita de Dimir Viana a las “Ciudades Defensoras de los Derechos Humanos”. Para este 2020, hemos actualizado la entrevista.

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