Lucinda Evans

Derechos de las mujeres
Sudáfrica
Philisa Abafazi Bethu
https://www.facebook.com/PhilisaAbafazi/

Lucinda Evanses una reconocida activista sudafricana, una de las caras visibles de la lucha contra las violencias machistas que impactan las vidas de mujeres, niños y personas LGTBIQ+. Desde Lavender Hill, una comunidad formada en la periferia de Ciudad del Cabo durante el apartheid como resultado de la segregación, trabaja de forma insistente para hacer valer los derechos humanos de las personas que la rodean.

En 2008 puso en marcha la organización Philisa Abafazi Bethu (PAB, Curar a nuestras mujeres), una entidad sin ánimo de lucro que promueve el empoderamiento de las mujeres y la protección de niños y jóvenes. Para mejorar la situación en la que viven las mujeres de Lavender Hill, PAB impulsa programas de formación y grupos de apoyo, y ofrece acompañamiento a las mujeres que deciden actuar judicialmente contra sus agresores. Desde 2012, la organización cuenta con refugios de emergencia para mujeres que han sufrido violencia machista. Por lo que respecta al bienestar de niños y jóvenes, PAB impulsa programas educativos, deportivos y de acción comunitaria. La organización ha establecido también un mecanismo de protección de bebés, un dispositivo donde las personas que no pueden asumir el cuidado de un bebé pueden dejar a la criatura de forma segura. Además, la entidad cuenta con un equipo de investigación y rescate de niños, que lleva el nombre de René Roman, una niña de 13 años de Lavender Hill secuestrada, violada y asesinada en 2017.

Este equipo está formado por personas que conocen muy bien el área y que disponen de la formación necesaria para realizar una investigación sistemática cuando se tiene noticia de que una criatura ha desaparecido. Por último, Evans ha participado también en diversas iniciativas para acabar con la violencia juvenil con armas de fuego.

Pandemia, pobreza y comidas

La aparición de la pandemia ocasionada por la COVID-19, en marzo del 2020, supuso todo un cambio en la forma de trabajar de Evans y Philisa Abafazi Bethu. Las comunidades vulnerables de Lavender Hill se sumieron en la pobreza más absoluta. “En Sudáfrica tuvimos más de 700 días de confinamiento estricto y la única manera de ayudar a las comunidades fue ofreciendo comida. Alimentarse bien trae paz a los hogares”, explica. “Cocinábamos seis días a la semana, unas 4.500 comidas al día, sin apenas dinero”. Las ayudas, asegura, llegaron del extranjero: Lucinda Evans movilizó a las personas que habían trabajado con ella en algún momento y les pidió apoyo económico para poner en marcha las comidas para la comunidad. El 24 de marzo de 2020, se empezó a repartir comida. Ella siempre lo tuvo claro: En Lavender Hill la gente no moriría de COVID, sino de hambre.

A pesar de la buena predisposición de los voluntarios y voluntarias y la firme convicción de intentar ayudar a aquellos que lo estaban pasando peor, Lucinda Evans y su equipo no lo tuvieron fácil: un día intentaron quemar su casa para robar la comida que guardaba en ella para las comidas que preparaba. Hubo que buscar un local para esconder los alimentos. Tampoco las autoridades locales la ayudaron en prácticamente nada. «Hace años que no quieren colaborar conmigo», reconoce.

Lucinda Evans es uno de los referentes del movimiento #AmINext, una amplia protesta contra las violencias machistas que tuvo como chispa el asesinato de la joven estudiante Uyinene Mrwetyana,en agosto de 2019. En ese momento, y en el exterior del Parlamento sudafricano, Evans reclamó al gobierno una actuación contundente para la protección de las mujeres, las niñas y las personas LGTBIQ+. «Como país, estamos en crisis», sentenció. Semanas después, la cadena británica BBC la incluyó en su lista de las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo.

La activista también es coordinadora en Sudáfrica de la campaña internacional One Billion Rising,que pone de manifiesto la persistencia y el alcance de la violencia contra las mujeres, las niñas y las personas LGTBIQ+ en todo el mundo. En Sudáfrica, una de cada cinco mujeres con pareja ha sufrido violencia física por parte de esta; esto supone el 21% de las mujeres. Hay un 6% de mujeres que aseguran haber sufrido violencia sexual por parte de sus parejas. La prevalencia de violencia física contra las mujeres sigue siendo mayor entre las mujeres con menos estudios. Un dato: durante la pandemia, en Sudáfrica, la línea directa de asesoramiento nacional llamada Lifeline SA documentó un aumento del 500% en el número de llamadas relativas a violencia de género a las 2 horas de empezar el confinamiento.

Entrevista a Lucinda Evans

¿Qué la llevó a ser activista?

Me uní a la Red Cross Society cuando tenía 12 años y desde entonces siempre he estado involucrada en cuestiones sociales. Recuerdo que había pocos ambulatorios donde yo vivía y no me gustaba ver a la gente morir. En ese momento había violencia en las calles; acabé llevando a personas heridas a casa de mi madre.

¿Qué nos dice Lavender Hill en cuanto al legado del apartheid?

En buena medida, todavía vivimos en las casas de la etapa del apartheid, cuyos pisos dúplex no han sido renovados en los más de 50 años de historia de la comunidad. Las familias han crecido y han empezado a vivir también en los patios traseros de las casas. En los últimos 15 años se han establecido tres asentamientos informales. El apartheid nos marginó, y tristemente hemos heredado una violencia que, desde la llegada de la democracia, sigue dañando a las queridas comunidades con las que trabajo. El apartheid nos tomó nuestra historia, cultura e incluso lengua. Ahora, nuestras comunidades deben hacer frente a la violencia.

¿Cómo decidió poner en marcha Philisa Abafazi Bethu (PAB)?

Puse en marcha PAB desde mi garaje, un 24 de agosto, tras ser testigo del ataque de un hombre a su pareja. Cuando detuve la pelea, ella sangraba profusamente. A él le pregunté si hubiera querido esto para su madre, hija o hermana. Entonces, la mujer agredida me respondió y me dijo que no era asunto mío. Decidí hacerlo un asunto mío y puse en marcha el proyecto desde mi casa, que se convirtió en una oficina de atención y asesoramiento, un espacio donde esconderse, un lugar al que las mujeres recurrían cuando estaban a punto de ser asesinadas. Tuvimos mujeres desconocidas durmiendo en el suelo de nuestro comedor o en la casita de madera de 3 x 12 metros que tenemos en la parte trasera de casa. Salvamos muchas vidas y también acompañamos muchos partos en nuestra casa.

Ha sido una de las voces destacadas del movimiento #AmINext. ¿Crees que esta protesta generará cambios en un futuro cercano?

Es un movimiento que ha generado un llamamiento colectivo para que nosotras, las mujeres de Sudáfrica, alcemos la voz contra el flagelo de la violencia perpetrada contra nuestros cuerpos y los de nuestras criaturas, así como contra las personas disidentes de género y LGTBIQ+. Ahora bien, políticamente, nada ha cambiado. Las mujeres y las criaturas siguen siendo asesinadas, y lo que ha hecho el gobierno –incluido el discurso del presidente del 5 de septiembre– no ha significado nada para nosotras.

El cambio se producirá cuando las mujeres afectadas por todas estas violencias intensifiquemos nuestro activismo.

Sin embargo, la enorme división entre nosotras es todavía uno de los principales obstáculos en nuestro movimiento por la seguridad y la protección de las mujeres en el país. Tenemos la sensación de que el comportamiento patriarcal también lleva falda en el Parlamento.

Es, según la BBC, una de las 100 mujeres más influyentes e inspiradoras del mundo.

Fue inesperado, para una mujer procedente de un township*, etiquetado además como violento, recibir un reconocimiento como este. Confío en que me ayudará a inspirar a gente joven día a día, porque es la muestra de que tus circunstancias no determinan lo que puedes hacer para dar esperanza a otras personas.

Coordina en Sudáfrica la campaña internacional One Billion Rising. ¿Por qué son importantes las redes internacionales en la lucha contra las violencias machistas?

One Billion Rising ha sido y todavía es una fuente de apoyo y solidaridad. Cuando alcé la voz en la campaña #AmINext, cualquier posible ayuda, soporte o financiación se desvanecieron. Todas las puertas se me cerraron de inmediato, a mí, a mi trabajo y a la gente por la que trabajo. El hecho de criticar al gobierno y a nuestro presidente por no abordar de forma adecuada la matanza que se está produciendo de mujeres y niñas me colocó en una situación de aislamiento total. Dejé de ser invitada en espacios estratégicos de participación, y se cancelaron invitaciones que ya había recibido.

El apoyo internacional, el tener ojos globales que miran hacia lo que está pasando en Sudáfrica, nos ha ayudado. Personalmente, como defensora a pequeña escala, he podido aprender de la resiliencia de otros activistas. También he tenido la posibilidad de llorar y soltarme, de forma completamente honesta, a través de videollamadas. He derramado lágrimas de frustración, cada vez que llego a la escena de un nuevo asesinato, que me doy cuenta de las puertas que se cierran a causa de mi activismo, que quiero enviar a la mierda al sistema patriarcal que nos asesina, nos viola y no nos protege.

¿Cree que hay posibilidad de cambio respecto a las narrativas en torno a las violencias de género?

La narrativa en el país no ha cambiado porque aquí no existen ni la igualdad ni la equidad. Las narrativas del patriarcado siguen vigentes en el país y el gobierno no importa. La que sí ha cambiado es nuestra narrativa: debemos trabajar con jóvenes y hombres. Por este motivo estamos ampliando nuestros servicios en esta dirección. Por ejemplo, ayudamos a que los jóvenes encuentren trabajo, porque entendemos que puede ser beneficioso para combatir la violencia. También tenemos un programa puerta a puerta para fomentar el estudio. En noviembre de 2021, por ejemplo, abrimos la primera safehouse para hombres víctimas de violencia de género, que también los hay. Cierto que hasta el momento no hemos tenido ningún usuario, pero hemos tenido llamadas. Aquí, cuando los hombres van a la policía, les cuestionan su fortaleza y los tachan de hombres “débiles”.

¿Cómo afectó la aparición de la pandemia en la comunidad de Lavender Hill?

La situación empeoró mucho, por distintos motivos. Aquí se prohibió el alcohol y esto generó mucha frustración en los perpetradores. Nuestras casas de emergencia se llenaron: la comunidad buscaba ayuda y soporte. La inseguridad alimentaria empezó a mezclarse con la violencia de género. Mucha de la gente que perdió el trabajo entonces todavía no se ha recuperado, como tampoco lo ha hecho parte importante de la industria. El sector del turismo también fue muy castigado y esto afectó a empleadas del hogar, trabajadoras de hoteles, etc. El impacto humanitario ha sido incalculable.

¿Y cómo trabajaron, desde la sociedad civil, durante el confinamiento?

En Sudáfrica, el toque de queda era a partir de las 20:00 de la tarde. Conseguí un permiso especial del gobierno local para distribuir comida a partir de las 20:30. Lo hacíamos con personas voluntarias y con la protección de la policía. En noviembre del 2020 nos trasladamos a un local nuevo, sin electricidad ni apenas nada. Usábamos generadores. Al no tener agua corriente, conseguimos que Coca-Cola nos diera 1.000 litros de agua cada semana para cocinar.

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