Bisharo Ali Hussein

Derechos de las mujeres. Defensa de los derechos de las personas migrantes y refugiadas
Kenia

Bisharo Ali Hussein (Kenia, 1990), keniana de origen somalí, es experta en políticas, género y migración y actualmente trabaja en el ámbito de la migración y el desarrollo en el este y en el Cuerno de África. Estudió en Uganda y en Kenia, y tiene un título de posgrado cursado en Islandia en materia de género. También tiene una maestría en políticas públicas cursada en Países Bajos y España y experiencia en estudios de género y desarrollo. Apasionada de la lucha por la igualdad de género y la salud, los derechos y el bienestar de las niñas y mujeres, su principal trabajo en estos momentos se desarrolla en Kenia, donde hace consultorías para gobiernos y les brinda y apoyo técnico para implementar los planes y las políticas de desarrollo nacionales, locales y regionales de manera que estos puedan tener un impacto positivo en las vidas de la ciudadanía, los y las migrantes, las personas refugiadas y aquellas que solicitan asilo. Actualmente es miembro de Young Women Mediators Globally y está a punto de finalizar un curso sobre diplomacia, negociación y mediación. Cuando lo finalice, podrá abordar negociaciones más amplias, tanto en su país como a nivel global.

Durante sus once años de experiencia trabajando en el entorno humanitario, Bisharo Ali Hussein ha desarrollado especial interés por la igualdad de género, el afrofeminismo, el empoderamiento de las mujeres a través de la educación y la igualdad de oportunidades, la resolución de conflictos, los derechos humanos y la consolidación de la paz, entre otros.

Una carrera en la mediación de conflictos y la lucha por la igualdad de las mujeres en el continente africano

Del trabajo hecho por Bisharo Ali Hussein destaca la mediación de conflictos, una herramienta indispensable para garantizar la paz en los territorios y evitar focos de violencia. No ha sido un camino de rosas: además de tener que hacer frente a los obstáculos por el mero hecho de ser mujer, la activista ha tenido que superar los estereotipos relacionados con su juventud. Consciente de la importancia de la existencia de mujeres en las mediaciones, a lo largo de su carrera, no ha tirado la toalla y continúa luchando para que se escuche su voz.

Otro de los focos de trabajo de Bisharo Ali Hussein tiene que ver con el logro de una igualdad de género real y efectiva en todo el continente africano, el fin de todo tipo de discriminaciones y la visibilización y la escucha de las voces femeninas. Ella lo tiene claro: es el potencial de las mujeres africanas desde su emprendimiento y su liderazgo el que transformará el continente. Sin embargo, el camino aún está lleno de obstáculos: según el último informe de Amnistía Internacional (AI), con fecha de 2022: “La prevalencia de la violencia contra las mujeres en toda la región refleja patrones arraigados de discriminación de género y otras formas de desigualdad”. El organismo destaca la discriminación de adolescentes embarazadas en el ámbito educativo en varios países, como Tanzania, Guinea Ecuatorial o Sierra Leona; o el aumento de los asesinatos de mujeres en países como Sudáfrica, donde aumentó un 10,3%, así como la prevalencia de los delitos sexuales y las violaciones, que también aumentaron. En el informe también se denuncia la falta de prevención en el ámbito de las violencias de género y la ausencia de protección de las mujeres, “así como acceso y disponibilidad inadecuados de atención médica, servicios y atención de salud sexual y reproductiva, apoyo psicológico y apoyo legal y social”.

Un problema persistente: la mutilación genital femenina

Bisharo Ali Hussein también es una acérrima defensora del fin de la mutilación genital femenina (MGF), con una alta prevalencia en todo el continente africano, a pesar de que la práctica ha disminuido en varios países. En lugares como Somalia, Guinea o Guinea Bisau, sin embargo, su tasa de prevalencia es de más del 90%. En Somalia, concretamente, de donde es originaria Bisharo, el 98% de la población femenina ha sido sometida a la MGF. Según datos de UNICEF, se calcula que la MGF afecta a más de 200 millones de mujeres y niñas en todo el mundo: se da en 92 países. Y África es el continente donde es más común. La eliminación de esta práctica está reconocida en elObjetivo 5 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que se centra en la igualdad de género. “Desgraciadamente se trata de una práctica cultural muy arraigada. Hay que mostrar respeto por las tradiciones y los contextos que fomenten la igualdad entre hombres y mujeres y que aboguen por la inclusividad y sociedades más abiertas que se atrevan a cuestionar las cosas que están mal. En el caso de la MGD, mucha gente no se atreve a confrontarla por temas de tradición o alegando que se trata de una práctica cultural que tiene que ver con el honor de las familias. Es muy entristecedor”, explica a este respecto Bisharo Ali Hussein. Para la activista, aún harán falta muchos años para que la MGD desaparezca en el continente africano, “pero tiene que empezar con nosotras”. Como ella misma recuerda, los efectos de esta práctica, enraizada de manera profunda en una cosmovisión en la que hombres y mujeres no son iguales, van más a allá de lo físico: también se extienden en el espectro psicológico de las niñas y las mujeres.

Entrevista a Bisharo Ali Hussein

Desde siempre has tenido claro que querías desarrollar tu carrera profesional en el marco de la construcción de paz y los derechos humanos. ¿De dónde surge este interés?

Creo que de cuando fui consciente de los retos que enfrentábamos en mi comunidad de origen, en Somalia. Muchos de estos retos requerían una mediación e iniciativas que fomentaran la paz para que no se convirtiesen en un conflicto. Crecer en una sociedad tan desigual, como me pasó a mí, y con tan pocas oportunidades para las mujeres, me hizo decantar por este tipo de trabajo. Siempre creí en el poder transformador del diálogo y en la empatía como herramienta indispensable para la resolución de conflictos en la comunidad. Esto me inspiró para trabajar en asuntos que requerían mediación. Porque, además, creo que todas las voces tienen una inmensa capacidad para contribuir en una paz duradera. En este contexto, mi trabajo siempre ha ido orientado a fomentar el entendimiento mutuo y la cohesión.

¿Qué tipo de obstáculos y retos te has encontrado en tu carrera como mujer joven mediadora?

Me he encontrado muchos obstáculos, resistencias y mucho escepticismo, debido a las normas sociales. He tenido que enfrentarme a muchos estereotipos tanto por el hecho de ser mujer como por mi juventud. Se me ha mirado por el encima del hombro y bajo la idea tradicional de que las mujeres, y más las mujeres jóvenes, no podemos aportar nada en la resolución de conflictos. Los roles de mediación han sido reservados, históricamente, para los hombres; y eso ha fomentado la creencia popular de que ellos son mejores en estos asuntos, cosa que evidentemente, no es cierta. La tradición, para mí, ha supuesto un obstáculo muy importante. Aún hay gente en mi comunidad que cree que las mujeres no somos capaces de hablar en público o mediar en los espacios públicos; que las mujeres somos menos inteligentes o que manejamos menos conocimientos que los hombres. ¡Y solo por el simple hecho de ser mujeres! Históricamente, nuestras opiniones son menos valoradas y menos tenidas en cuenta. Para combatir esto, tenemos que establecer mecanismos para que ninguna mujer, ni en mi comunidad, ni en el resto del mundo, tenga que pasar por estas situaciones. Tenemos que trabajar en nuestras culturas y tradiciones de manera que llegue un día en que todos seamos iguales.

¿Algo que te hayas encontrado en alguna mediación, relacionado con esto que comentas?

Por ejemplo que no se me escuchara al no ir acompañada por un hombre. Por suerte, [al llarg dels anys], he podido mejorar mis habilidades, construir una red importante de contactos y trabajar en la resiliencia; de manera que puedo sentir que estoy rompiendo algunas barreras en el ámbito de la mediación y la construcción de paz. Y así es como he podido ir navegando los obstáculos que me he ido encontrando en el camino.

Hablas de la importancia de construir una red de contactos como algo fundamental en tu trabajo.

Rodearte de mujeres, y también hombres, que puedan apoyarte en momentos determinados, es muy importante. Siempre he tenido mentores que me han ayudado en la superación de estos obstáculos y que me aconsejan cuando necesito de su ayuda. Desafortunadamente, aún hay muchas mujeres que están excluidas de estas redes y estos espacios. Por último, no me gustaría dejar de comentar lo importante que es cultivar la paciencia en este trabajo. Esto es importantísimo. En muchas ocasiones, me he encontrado con personas frustradas y enfadadas; pero lo verdaderamente importante es que los procesos funcionen; y para eso la paciencia es muy importante.

¿Algún ejemplo en que hayas tenido que ser muy paciente?

Trabajando en Somalia, donde había muchos problemas de inseguridad. El trabajo era arriesgado, y llega un punto en que te puedes poner en riesgo a ti misma. En esos casos, tienes que elegir y decidir si exponerte o no. También es muy importante la seguridad en sí misma. A veces, y no me gusta reconocerlo, esa seguridad pasa por mostrarte rígida. Tienes que mostrarte de una manera determinada para que te incluyan en ciertos procesos. Pero no hay otra forma de hacerlo: las mujeres deben ser incluidas en los procesos de negociación y mediación porque siempre aportan otro punto de vista. Las mujeres son empáticas porque muchas de ellas transitan por estos mismos problemas[en el que actuen com a mediadores] en su día a día. Es fundamental, para ello, empoderarse a una misma y aprender de las demás, construir alianzas; porque hay algo tengo claro: juntas somos más fuertes. Cada mujer cuenta.

¿Qué aportan las mujeres, en los procesos de mediación? ¿Por qué es tan importante que sean incluidas en estos procesos?

Aportan otras perspectivas y la aproximación que hacen hacia los conflictos es distinta[la que fan els homes]. Esa aproximación está caracterizada por la empatía, la inclusividad o el compromiso con la sostenibilidad. Las mujeres habitualmente también tienen más capacidad para visibilizar voces marginadas e inspiran soluciones basadas en lo colectivo. También reconocen la importancia de la igualdad de género y no solo eso, sino que lo consideran un camino fundamental para conseguir una paz duradera. Es un hecho demostrado, además: saben distinguir los retos en las familias, las comunidades y las sociedades. Por último, no debemos olvidar que las mujeres suelen ser quienes más sufren en las situaciones de conflicto, por lo ttanto,es importantísimo tener mujeres negociadoras.

Hablemos del continente africano, diverso y plural. Sin embargo, desde Europa siempre nos referimos a él como un todo, a menudo desde una mirada paternalista y colonial, incapaces de ver lo bueno que sucede en los países e ignorando su potencial.

Aún hay muchas narrativas pasadas de rosca que consideran que África sufre un retraso o que el continente funciona como un solo país. Evidentemente no es cierto y hay que cambiar estas narrativas que presentan al continente como un territorio de conflictos infinitos. Tenemos muchísimo potencial, recursos ilimitados y muchísima diversidad, y tenemos que abrazar esto. Tenemos que tener en cuenta las aportaciones de las mujeres africanas y promover la inclusividad y el empoderamiento de las comunidades para un futuro con más igualdad. Debemos celebrar la riqueza del continente y amplificar sus voces para hacer frente a los estereotipos y poder mejorar la colaboración; y no solo eso: tenemos que desbloquear el potencial de la ciudadanía africana, algo siempre minusvalorado. Por ejemplo, en Europa se cree que la población africana solo quiere migrar hacia allí, no se dan cuenta de que no es así: la mayoría de migraciones en el continente son internas; la gente se quiere quedar aquí. Según los datos que tenemos, el 80% de los migrantes africanos se quedan en el continente, no hay voluntad de ir hacia Europa.

Eres activamente feminista. ¿En qué momento se encuentra el afrofeminismo y cómo se relaciona con el feminismo blanco?

Creo que el afrofeminismo desafía todo tipo de sistemas de opresión, y lo hace de manera interseccional, reivindicando los derechos de las comunidades marginadas, entre otros. Pero todo esto se hace desde la perspectiva de las mujeres africanas, no de las mujeres blancas. El feminismo blanco es muy importante para nosotras, sobre todo porque nos está ayudando a desmantelar las estructuras patriarcales y desafiar las injusticias sociales. En el caso del feminismo africano, es ahora cuando empezamos a escuchar las voces de las mujeres sobre asuntos críticos. Estamos luchando por contribuir a la expansión del conocimiento, pero también de la conciencia pública de las necesidades que tenemos. Y esta es la diferencia entre el feminismo blanco y el africano: el blanco se está ocupando de derechos de más alto nivel, por decirlo de alguna manera; nosotras estamos trabajando por el derecho al voto o por la igualdad salarial. De momento, perseguimos cosas simples: acceso al conocimiento, al voto, a tener nuestros espacios, a poder hablar de la violencia de género… Las capacidades de los dos [el feminisme blanc i l’afrofeminisme] son diferentes, y también lo son los objetivos. Es posible que el feminismo blanco no pueda entender lo que perseguimos. Lo que está claro es que desde el afrofeminismo buscamos señalar la agencia de las mujeres africanas.

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