Essam Daod es un médico palestino y fundador de la organización Humanity Crew, organización que coordina esfuerzos y ofrece ayuda profesional de urgencia a las personas refugiadas que llegan a las islas griega para contribuir a su recuperación. Así mismo también dispone de psicólogos y trabajadores sociales que hablan árabe para acompañar y dar apoyo a las familias de refugiados, especialmente a los refugiados más vulnerables que han perdido miembros de su familia o allegados durante esta dura experiencia.
En octubre de 2015, Essam Daod recibió un correo electrónico que pedía médicos voluntarios que hablasen árabe para participar en una misión humanitaria en Grecia. Essam, que después de terminar sus estudios en medicina se había especializado en cirugía y, posteriormente, en psiquiatría, pensó que encajaba con el perfil. Llamó a su mujer, María, para decirle que se iba y ella, que es abogada, le respondió que le acompañaría.
¿Cómo es tu día a día como voluntario?
unque hay mucho sufrimiento, y a veces muerte, también hay felicidad, una felicidad real, una sensación que experimentas por primera vez en una situación como esta. A través de la rutina diaria, empiezas a encontrarte con tu mismo y a explorar nuevos sentimientos, profundos y verdaderos, que tienes que aprender a gestionar.
¿Cuál es tu opinión sobre tu respuesta de la UE a la crisis de los refugiados?
Es evidente que la respuesta institucional es vergonzosa, todo el mundo es consciente de esto, hasta las mismas autoridades, pero hay que distinguir las instituciones de la gente. En esta crisis, las personas de Europa, los individuos, están siendo increíbles; sus actos y su voluntad de ayudar y dar la bienvenida a los otros son muy humanos y reflejan una actitud vital.
En los últimos tiempos has vivido situaciones muy difíciles.
Recuerdo una niña de 12 años, no puedo decir porqué ella en particular. La vi estirada en la playa, bajo un árbol, con ropa bonita y el falso salvavidas que le habían dado los traficantes. Aquel día hacía buen tiempo y el sol brillaba sobre su cara. Parecía viva, pero era muerta, y la miré, y no supe qué hacer. Le habría hecho muchas preguntas: quién era, dónde estaban sus padres, qué le había pasado. Quería que alguien hiciera fotografías para que su historia pudiera ser explicada. A lo mejor podríamos encontrar a sus padres o a algún pariente, y podría ser enterrada en Siria. La llevé a mi coche, me volvía loco el hecho de no saber qué pasaría con ella. Esa criatura tenía un nombre, un futuro… me rompió, me hizo trillas. Ahora está conmigo para siempre: es una cosa con la que debo convivir. ¿Por qué no estaba cuando su barca se hundió, por qué no tenía suficiente material para sobrevivir? La culpa me corroe.