Fatimah Hossaini

Derechos de las personas migrantes y refugiadas. Derechos de las mujeres.
Afganistán
Mastoorat Art
https://www.facebook.com/fatimah.hossainii

Fatimah Hossaini es una artista y fotógrafa afgano-iraní refugiada en París desde agosto del 2021, cuando los talibanes se apoderaron de Afganistán. Su familia, de origen afgano, tuvo que huir a Irán durante la década de los ochenta, a causa de la guerra afgano-soviética. Ella nació y creció en Teherán, pero en el 2013 decidió regresar a Afganistán. Desde entonces, su vida se dividió entre Kabul y Teherán. Aunque estudió ingeniería industrial, pronto supo que quería dedicarse al mundo del arte. De esta decisión, explica: «En casa, los padres siempre quisieron que estudiara una ingeniería; era su sueño, por tanto, decidí hacerlo. Era buena en matemáticas en la escuela y me matriculé en ingeniería industrial, sin embargo, siempre estuve muy interesada en el mundo del arte. De adolescente me gustaba mucho pintar y el arte formaba parte de mi vida, pero nunca pensé que podría dedicarme, o al menos, tal y como me dedico ahora. Pero no fue así, y pronto me di cuenta de que no podía seguir estudiando la ingeniería». Fue entonces cuando Fatimah Hossaini pidió una beca para estudiar fotografía en la Universidad de Teherán y le concedieron. A pesar de la oposición inicial de su entorno, pudo desarrollarse en este ámbito.

Durante los años que vivió en Afganistán, aparte de llevar a cabo sus proyectos artísticos, impartió clases en la Universidad de Kabul. Sus fotografías han aparecido en exposiciones en todo el mundo y en diversos medios de comunicación internacionales como BBC, The Guardian o Al Jazeera. El 2019 fundó Mastoorat Art, una organización sin ánimos de lucro que trabaja para las mujeres, la juventud y la paz con el objetivo de apoderar las mujeres a través del arte Y la fotografía y hacer llegar el arte a todas las personas independientemente del ámbito en que trabajen.

2001-2021: veinte años de guerra

Tras el atentado contra las torres gemelas en Nueva York (2001), Estados Unidos decidió invadir Afganistán para derribar el régimen de los talibanes (que habían ascendido al poder en 1996), en ese momento ligados íntimamente con Al Qaeda y Bin Laden, autor intelectual de los atentados. El resultado fue veinte años de guerra con miles de personas fallecidas tanto a causa de los combates (se calcula que murieron unas 241.000 personas) como a causa del hambre y las enfermedades que se derivaron.

Sin embargo, para entender la devastación del país hay que remontarse a 1979, cuando la Unión Soviética lo invadió. En ese momento Estados Unidos respaldó a los muyahidines y la URSS tuvo que marcharse del país en 1989. in embargo, la guerra civil continuó hasta 1996, año en que los talibanes finalmente se instalaron en el poder e instauraron un gobierno basado en su interpretación de la sharía, la ley islámica. Fueron unos años oscuros, sobre todo para las mujeres, a las que se les restringieron todas las libertades. Las imágenes de las mujeres cubiertas con burkas dieron la vuelta al mundo. En 2001, el país de Asia central era nuevamente invadido, esta vez por Estados Unidos, liderado por la administración de George W. Bush. Estados Unidos pudo controlar a Kabul, la capital, del país, pero en el resto del país la situación cambió poco.

La vuelta al poder de los talibanes y la pérdida de libertad de las mujeres afganas

En verano del 2021 las tropas internacionales abandonaron de forma definitiva Afganistán y los talibanes volvieron al poder. Desde entonces, la situación en el país se ha ido deteriorando día tras día, especialmente la situación de las jóvenes y las mujeres, a las que ahora ya no se les permite estudiar más allá de los 12 años. No pueden ir ni a la escuela secundaria ni a la universidad. También se les ha prohibido ejercer determinadas profesiones, ir solas al médico o a los parques y jardines, conducir o viajar solas. Se ha vuelto a instaurar la obligación de llevar el burka. Y, aunque en agosto del 2021 —cuando los talibanes volvieron al poder— dijeron que las mujeres seguirían formando parte de la vida social afgana, la realidad desmiente del todo estas promesas.

No sólo la vida de las mujeres se ha deteriorado: desde que los talibanes asumieron el poder, tanto hombres como mujeres que se han atrevido a levantar la voz contra el régimen han sido torturados y ejecutados de forma sistemática. Los medios de comunicación han tenido que dejar de publicar y las ONG internacionales han tenido que irse del país.

Crisis humanitaria

Debido a la guerra, la vuelta al poder de los talibanes y una serie de circunstancias climatológicas, el país vive una situación de crisis humanitaria con miles de personas desplazadas. La afgana es una de las poblaciones refugiadas más numerosa del mundo. Tres cuartos de las personas afganas refugiadas han sido acogidas por Irán y Pakistán. En estos dos países hay unos dos millones de personas refugiadas, según ACNUR.. Se estima que hay 3,4 millones de personas internamente desplazadas en un país de unos 40 millones de habitantes. En verano del 2021, Afganistán vivió una de las peores sequías de las últimas décadas, lo que causó una crisis humanitaria de la que aún perduran sus consecuencias. Aproximadamente el 95% de los habitantes de Afganistán sufren inseguridad alimentaria y problemas de desnutrición. A esta situación hay que sumarle el bloqueo de las ayudas internacionales, lo que ha provocado el hundimiento de una economía ya fuertemente debilitada.

Entrevista a Fatimah Hossaini

Uno de los proyectos fotográficos con más eco que has llevado a cabo y estás intentando continuar en Francia se sitúa en torno a las mujeres afganas vestidas con trajes tradicionales de Afganistán. Aseguras que es muy importante retratar a estas mujeres desde otra dimensión que no sea la habitual, la que nos enseñan los medios y que siempre suele ser la misma: con el burka. Dices que éste es Afganistán de los talibanes, no Afganistán real.

Exactamente. Ésta siempre fue mi idea. En casa siempre escuché las historias que me contaban mis padres y mis abuelos, sobre ese otro Afganistán. Desde que fui por primera vez, en 2013, pude ver la resistencia, la resiliencia y la belleza de estas mujeres. Cuando se busca información sobre las mujeres afganas, sólo se encuentra lo que los medios de comunicación dicen sobre ellas; y es siempre información muy oscura. Nunca estuve de acuerdo y decidí cambiarlo.

Dar otra perspectiva sobre la vida de las mujeres afganas.

Las mujeres siempre se encuentran en el centro de mi trabajo. Cuando se habla sobre zonas que están en conflicto, las mujeres son siempre las últimas. Son subestimadas, ellas y su vida. Y ese es el motivo por el que las quería poner en el centro, pero no desde el cliché y desde la oscuridad, sino poniendo de relieve su belleza, sus colores y su resiliencia.

¿Quién fue la primera mujer que fotografiaste?

¡Mis hermanas! Pero esto fue antes de empezar el proyecto, porque encontraba que lo que veía a través de mi madre y mis hermanas era totalmente diferente a lo que se explicaba.

Estás refugiada en París desde que los talibanes volvieron al poder, en agosto del 2021. ¿Has podido continuar el proyecto?

Me gustaría, pero no está siendo fácil. Tuve que marchar de Kabul el 21 de agosto del 2021, cinco días después de que los talibanes se hicieran con la ciudad; así que no pude terminar el proyecto. Aquí, en el exilio, me está resultando complicado porque he perdido mis fuentes y me he desconectado de la inspiración que necesito para llevar a cabo el proyecto. Ahora me centro en mi viaje antes de abandonar Afganistán, en el exilio. Mis abuelos tuvieron que exiliarse, mis padres también, yo también. Aunque nunca imaginé que debería marcharse de mi casa de la misma manera que lo hicieron mis abuelos. Pero ésta es la realidad de mi vida en estos momentos; y creo que necesito darle una respuesta. Mi trabajo artístico va ahora con esta nueva ola.

Tenías un visado para ir a Estados Unidos, pero en el último momento decidiste irte a Francia. ¿Por qué?

La experiencia de tener que abandonar Kabul y la caída de la ciudad es muy fresca en mi recuerdo y todavía duele. Han pasado dos años. Para ser honesta, debo decir que me sentí traicionada por Estados Unidos, y sé que no sólo es cosa mía: todos los afganos y afganas se sienten así. El día que decidí irme, estaba en choque, pero tenía claro que no quería volar hacia Estados Unidos, aunque tenía un visado porque tenía prevista una exposición en septiembre en Nueva York. Me coloqué en la hilera de la gente que se marchaba a Estados Unidos, pero entonces empecé a darme cuenta de cómo se estaban comportando las tropas estadounidenses. Los medios no hablaron, pero vi el comportamiento de los estadounidenses con la gente que había perdido su casa. No podía creérmelo; y no quería irme a un país que nos había traicionado. Miré para ponerme en alguna de las filas de los países europeos. Las autoridades gritaban: Italia, Gran Bretaña, Alemania… Había muchísima gente. Las tropas francesas se marchaban y les llamé y fui hacia allí. Francia evacuó a periodistas y artistas franceses y así es como llegué a París.

¿Cómo han estado estos dos años en Francia?

Complicados; y todavía lo son. No es fácil estar lejos de tus raíces, de los olores de tu ciudad, de la gente que quieres. Luego está todo el proceso psicológico: nunca imaginé que después de dos décadas de democracia en Afganistán sucediera esto. Tenía muchas esperanzas en el futuro de ese país. Aún no me creo que haya abandonado mi casa con una mochila en la espalda y en un avión militar. Aún lucho con ese pensamiento e intento sobrevivirlo y no desmoralizarme. También estoy contenta aquí porque tanto Francia como París me están tratando muy bien.

¿En qué sentido?

Soy una persona que lo ha perdido todo; y ese país no sólo me ha salvado la vida, sino que también ha salvado mi voz. Me han ofrecido la mejor residencia artística en Francia y tengo un estudio en el corazón de París. Durante este tiempo he tenido la posibilidad de exponer tanto en Francia como en el resto de Europa. También he conocido a personas increíbles. Pero los sentimientos son contradictorios: porque el corazón todavía me duele.

¿Cómo era la vida en Afganistán antes de que los talibanes volvieran?

La vida no era perfecta, pero las nuevas generaciones estaban haciendo cosas que estaban muy bien. En Kabul había cafés, tertulias, institutos donde reunirse y hablar de política y otros muchos temas. Las mujeres podíamos hacer esto. Yo daba clases en la Universidad de Kabul y estaba en contacto con las estudiantes. En mis clases nadie llevaba el velo. Sin poder comparar con Europa, sin embargo, en nuestro contexto, estábamos experimentando la libertad. Mucha gente de la diáspora había vuelto y había esperanza. Obviamente, también existían problemas de seguridad; pero teníamos una vida.

¿Tu entorno también pudo marcharse?

La gran mayoría de amigos y familiares sí, pero conozco a estudiantes míos ya algunos periodistas que todavía están allí.

¿Crees que podrás volver pronto?

No lo sé. Algunos países han reconocido el régimen talibán. De hecho, incluso han abierto embajadas en algunos países, como Italia. Entonces, no; por el momento no tengo esperanzas. Además, los talibanes de ahora no son los talibanes de hace veinte años. Saben más; tienen redes sociales y saben cómo comunicarse. También tienen acceso a todos los datos del país y la tecnología que dejaron Estados Unidos. Es complicado realizar predicciones; lo que sí sé es que no viviré bajo su régimen, bajo el régimen de un grupo terrorista que ha asesinado a familiares, amigos y estudiantes míos; un régimen que ha borrado la cultura afgana y que ha borrado al país. Además, si miramos las estadísticas, hay algo claro: en la mayoría de casos, la gente que se exilia nunca vuelve a su país. Y Afganistán en el que yo viví no tiene nada que ver con el Afganistán actual.

Quizás si cambian las cosas…

Cuando vea que mi vida y la del resto de mujeres no está en peligro, volveré.

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