Jorge Weke

Derechos de los pueblos indígenas.
Chile

Jorge Weke es el “werken”, o portavoz, del Parlamento Mapuche Koz Koz, organización que lucha por la recuperación de tierras ancestrales y la protección de los entornos naturales de Wallmapu, nombre de la tierra mapuche dividida por las fronteras de Chile y Argentina. Constituida en el año 2007, cuando se conmemora el centenario del movimiento sociopolítico del Parlamento Mapuche Koz Koz, esta organización promueve la participación asamblearia y la autogestión y el desarrollo sostenible de la región de Panguipulli, donde actúa, aunque apoya las luchas legítimas de otros movimientos mapuche de Wallmapu.

Jorge Weke es precisamente de Panguipulli, en la región de Los Ríos, famosa por sus ríos caudalosos y naturaleza exuberante y dominada por el volcán Mocho Choshuenco. Weke nació hace casi 60 años, gracias a una «partera», la persona que recorría aldeas para asistir en los partos. Entonces no quedaba otra opción en una tierra sin hospitales ni infraestructuras, como ocurría en muchos otros rincones del mundo y de Chile. En total, Weke tuvo 11 hermanos, aunque cinco fallecieron a temprana edad: a la alta tasa de mortalidad infantil, común entonces, se unió una oleada de peste que afectó a toda una generación mapuche. Una marca imborrable para una sociedad humilde que, desde siempre, se ha dedicado a la ganadería y al cultivo de la tierra. Weke apunta que, en el presente, además, existe una migración rotatoria entre Wallmapu y las grandes ciudades chilenas. “Algunos se asientan por mucho tiempo en Santiago. Allí encuentran un trabajo y forman familias, pero no olvidan sus raíces”, asegura.

En la familia Weke, su madre trabajó en el hogar y su padre se convirtió en herrero. Para poder estudiar, Jorge tuvo que esforzarse, al menos físicamente, porque caminaba y caminaba hasta alcanzar los centros escolares. “Cursé secundaria en un colegio que estaba a 12 kilómetros que, si sumamos la ida y la vuelta, eran 24 diarios; en invierno era muy complicado, salía de noche y volvía de noche”.

En los años setenta, en plena Guerra Fría, la familia Weke había participado en la recuperación de tierras que posibilitó la reforma iniciada por el Gobierno socialista de Salvador Allende. Sin embargo, la revolución quedó a medias: en 1973 llegó la dictadura encabezada por Augusto Pinochet, apoyado por los Estados Unidos y su doctrina anticomunista. Fue un periodo terrorífico para la izquierda, que terminó masacrada, amedrentada; los militares no vacilaron y asesinaron a personalidades como el cantante Víctor Jara. Además, se impulsó un sistema económico extremadamente liberal, probablemente el mayor de la historia, basado en las teorías de la Escuela de Chicago.

En 1990 se inició la transición democrática, aunque antes, en los años ochenta, los movimientos sociales habían comenzado a despertar, a perderle el miedo al régimen. En este contexto, los mapuche se organizaron y, tan pronto cayó la dictadura, impulsaron un proceso de recuperación de tierras y reconocimiento identitario.

Jorge Weke tuvo un papel crucial en este proceso: diseñó la bandera mapuche que hoy todo el mundo reconoce y que estuvo presente en las protestas que en 2019 forzaron a retroceder al Gobierno liberal de Sebastián Piñera. 0 años después, esta bandera no solo representa a los mapuche, sino también la lucha por el respeto a los indígenas y el medioambiente.

El pueblo mapuche, en la dictadura de Pinochet y la transición chilena

Chile es un país de 19 millones de personas que habitan una larguísima franja de tierra de 4.270 kilómetros de largo. El norte está dominado por el desierto de Atacama; el sur, por la Patagonia y la región Antártica, el extremo más meridional del planeta; el oeste mira al mar Pacífico; y todo el país lo atraviesa la cordillera montañosa de los Andes, la más larga del mundo. Tierra de contrastes, en Chile habitan decenas de minorías, aymaras, diaguitas, etcétera; pero destaca el pueblo mapuche, que suma el 10% de la población chilena.

El pueblo mapuche es uno de los muchos que habitan la región desde tiempos ancestrales, desde antes de la colonización española y la posterior consecución de los estados-nación en el siglo XIX, cuando nacieron Chile y Argentina. Los mapuches se opusieron a todos, y en consecuencia fueron reprimidos, aniquilados, y además les robaron sus tierras. Su movimiento resurgió a finales del siglo XIX, aunque de nuevo fue derrotado. Por temor, entonces se impuso silencio generacional, y las proclamas identitarias quedaron silenciadas hasta que, en plena Guerra Fría, los mapuche empezaron a asomar la cabeza junto al Gobierno socialista de Salvador Allende. Fue un espejismo, y en 1973 militares encabezados por Augusto Pinochet dieron un golpe de Estado.

Durante la Guerra Fría, Estados Unidos demostró su apuesta decidida por erradicar el comunismo en todo el mundo. En Suramérica, brindó su respaldo a militares, que protagonizaron golpes de Estado contra gobiernos elegidos democráticamente en Brasil, Argentina o Paraguay. En Chile, a medida que colapsaba la URSS, en los años ochenta, la dictadura comenzó a dejar espacios democráticos. En 1988, Pinochet aceptó celebrar un referendo para preguntar a la población si quería que siguiese como presidente. Salió el “no”, con el 55%, y un año más tarde, el partido del liberal Patricio Aylwin, un histórico político derechista y referente de los partidos de la Concertación por el “no”, ganó en las elecciones. En 1990, dio inicio la transición chilena, aunque el legado dictatorial no se erradicó: una parte de la sociedad, la que fue connivente con la dictadura, sostuvo su poder; en el caso chileno, se mantuvo la Constitución de los años ochenta en la que se estipula la primacía del interés privado sobre el de la sociedad.

Durante décadas, la izquierda chilena ha intentado sin éxito reformar esta Carta Magna ultraliberal. Tras el estallido social de 2019, comenzó un proceso para redactar una nueva Constitución que recogiera la plurinacionalidad del Estado, y además, en las elecciones presidenciales se impuso la izquierda renovadora de Gabriel Boric. Sin embargo, la ilusión pronto se truncó: la sociedad rechazó en referendo la primera propuesta constitucional y, en 2023, la derecha chilena obtuvo la mayoría en la asamblea que dirige el proceso constitucional. Un nuevo bloqueo a las esperanzas de la sociedad mapuche.

Entrevista a Jorge Weke

En los años 90 es parte de la organización mapuche Aukin Wallmapu Ngulam, o Consejo de Todas las Tierras. ¿Cómo vivió su pueblo el final de la dictadura?

En el año 79 se dicta una ley para la subdivisión de las tierras, después de haberse asentado nuevamente los terratenientes en los territorios recuperados con la reforma agraria [d’Allende]. Pinochet quería dividir las tierras negando la existencia mapuche. Entonces se levantó en la dictadura la primera organización mapuche, los llamados ‘Centros Culturales’. Las organizaciones avanzaron y, en la transición, se dividieron, porque había organizaciones con distintas tendencias políticas: comunistas, socialistas, demócrata-cristianas. En el año noventa, como escisión de AdMapu, nació el Consejo de Todas las Tierras, donde se creó una estructura sociopolítica formada por organizaciones territoriales.

Diseñó la bandera mapuche, o “Wenüfoye”, ¿qué representa?

Fui uno más de quienes participaron en el proceso. Salieron cinco anteproyectos, uno incluía la parte argentina de los mapuche. Buscamos qué tenían en común las banderas regionales. Y en 1992 nació la bandera multicolor, que tiene una franja azul que representa la dimensión espiritual, la franja verde sugiere el territorio mapuche, y la parte roja representa la fuerza, el poder y la genética humana, aunque también las batallas sangrientas contra españoles y chilenos. En la parte superior, la bandera tiene grecas en blanco y negro. Son 12, un número muy importante, porque la numerología importa a los mapuche; y en el centro hay un círculo que es un kultrún [instrument tradicional], que dentro tiene una especie de luna nueva, un elemento que parece una estrella y que recuerda los cinco elementos, los cinco dedos, de nuevo la numerología, y a ambos lados destacan dos figuras que reflejan el poder del viento. El kultrún es el elemento sublime, el elemento central.

El diseño de la bandera mapuche fue conflictivo. Diferentes organizaciones no estaban de acuerdo con el resultado final. Han pasado 30 años, y la bandera mapuche estuvo presente en el estallido social de 2019. ¿Está su pueblo contento con el trabajo que hizo?

Las organizaciones mapuche se habían dividido por pertenecer a partidos políticos. Varias de ellas tenían acuerdos con el Gobierno de transición de Patricio Aylwin, que tenía que reconocernos en la Constitución, crear un marco institucional para los pueblos indígenas y ratificar el convenio 169. Se creó un marco institucional y legislativo que terminó siendo del Estado y no de los pueblos indígenas. Se creó un marco institucional y legislativo que terminó siendo del Estado y no de los pueblos indígenas. Sin embargo, continuamos nuestro trabajo y hace 30 años salimos con esta bandera, que no fue reconocida por el Gobierno. La bandera fue creada para reivindicar las libertades, la autonomía, la libre autodeterminación, que eran las consignas del estallido social; sin duda, impresionó verla allí, me sentí orgulloso de haber contribuido a la historia mapuche.

¿Cuáles son los principales objetivos de su organización Parlamento Koz Koz?

Dar continuidad al proceso reivindicativo de recuperación de tierras ancestrales y defender nuestro territorio de los proyectos de inversión; con nuestras acciones hemos evitado la construcción de siete centrales hidroeléctricas en esta región hasta el año 2012. Una vez tuve que ir a Italia a reunirme con la asamblea de accionistas de Enel, que tenía proyectos aquí. De momento, no hay proyectos en marcha en nuestros ríos, aunque hablan de construir mini centrales eléctricas. No lo permitiremos. Tampoco queremos que las embarcaciones tengan motor, porque contaminan nuestros ríos y lagos.

Las tierras recuperadas en Argentina son en muchos casos improductivas, sin valor para el mercado turístico o energético. ¿Ocurre lo mismo en Chile?

A través de la ley indígena, redactada en la transición, se empieza a contar con recursos y se inicia un proceso de recuperación de tierras en el que el Estado paga a particulares y terratenientes. La mayoría de las tierras han sido negociadas por la CONADI[Corporació Nacional de Desenvolupament Indígena], que es la institución del Estado para regularizarlas. Aunque hay casos privados entre los particulares y los mapuche, generalmente es la CONADI la que valida al proceso; de lo contrario, se corre el riesgo de que la tierra quede a nombre del particular. Pero sí, en Chile hay tierras productivas y turísticas de los mapuche donde quieren construir mansiones de adinerados.

¿Cómo es su relación con los mapuche de Argentina?

Hacemos un trabajo conjunto para preservar los parques naturales, aunque en Chile vamos tarde. Argentina es un Estado federal y las regiones tienen más posibilidades de actuación, no como aquí, donde impera el centralismo y las cuestiones administrativas son más difíciles.

La Coordinadora Arauco Malleco (CAM) cuenta con los Órganos de Resistencia Territorial, que recurren a la violencia política. ¿Cómo valora la violencia política?

No estoy de acuerdo con algunas acciones. Es necesaria la violencia cuando el Estado no quiere dialogar, pero hay grupos que exhiben ametralladoras, armas, y no lo veo necesario, aunque estas armas no sean para matar a personas, sino para realizar los sabotajes, según entiendo por una entrevista que leí de la vocería de la CAM.

El Estado chileno criminaliza a los mapuche por estos sabotajes.

Los mapuche reconocen los sabotajes, pero hay otros hechos en los que desconocemos la autoría. En algunos casos, se demostró que no lo hicieron los mapuche, por eso hay policías o particulares presos. Estos son autoatentados, dirigidos por grupos armados que se instalan en nuestra comunidad a la espera del Estado. Responsabilizan al pueblo mapuche, que es transparente y reconoce sus acciones.

El pueblo mapuche ha tenido problemas con el izquierdista Gabriel Boric, y la derecha controla la asamblea constituyente. ¿Cómo valora este proceso que generó ilusión en la sociedad?

Como Parlamento Koz Koz, nunca tuvimos ilusión en Boric. Además, en la asamblea constituyente de la Constitución, los mapuche están relacionados con los partidos políticos. Por eso, sabíamos que este proceso no iba a funcionar.

¿Por qué están divididos los mapuche?

Siempre ha sido así. Se dice que, cuando llegaron los colonialistas, se hicieron amigos de los españoles. Los mapuche, sobre todo, apoyaron a Allende. Después, al final de la dictadura, nosotros no teníamos afinidad con las organizaciones politizadas; éramos independientes.

¿Por qué un mapuche vota a la ultraderecha?

No son una mayoría, muchas veces ha ganado la seudoizquierda, lo digo por Boric, Lagos y Bachelet. En nuestra región, el 30% o el 40% somos mapuche. En otras regiones, la derecha tiene más presencia, por las plantaciones de pino y eucalipto. Además, más del 50% del pueblo mapuche reside en las capitales, en Santiago. Por eso, los mapuche no votan a la ultraderecha, aunque tampoco a la seudoizquierda.

Bolivia o Ecuador son Estados plurinacionales que reconocen a los pueblos indígenas. ¿Cómo define la situación de las naciones en Chile?

Siempre se está bajo la tutela de los poderes de facto, que son neoliberales. Los pueblos indígenas siguen subyugados a los estados poscoloniales; no se ha avanzado lo suficiente y, después del estallido social en 2019, el pueblo chileno está adormecido. En otros países hay un debate político más elevado: es el caso de Bolivia, Ecuador y Guatemala. Los pueblos indígenas tienen que deshacerse de la influencia de los estados colonialistas.

El paternalismo.

Sí.

¿Cómo afecta el cristianismo a la identidad mapuche?

La religiosidad occidental ha perturbado nuestra espiritualidad y penetrado en nuestro pensamiento, que ha comenzado a ser más paternalista. La religión termina siendo política. Ha sido y es perjudicial para nuestro pueblo, y explicamos que estas religiones imperialistas están aquí para seguir arrebatando nuestros derechos y nuestra cultura.

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