Kelvin Enamorado

Derecho a la educación, derecho a la paz y a una vida digna
Honduras
Warriors Zulu Nation Honduras.
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Kelvin Enamorado pasó de vivir en una zona rural en interior de Honduras a instalarse en el sector Chamelecón, una barriada conflictiva en la segunda ciudad del país, San Pedro Sula. «Venía de una familia pobre, recuerdo que teníamos un solo uniforme para ir a la escuela y al llegar a casa, teníamos que lavarlo y secarlo para poder ponérnoslo al día siguiente». Vivía en un pueblo cuando su familia se trasladó a San Pedro Sula, que durante años ha ostentando un título macabro: la ciudad más peligrosa del mundo. «Cuando llegamos, pronto me di cuenta de que aquel lugar tenía unas normas. La gente que nace allí las conoce, porque ya de bien pequeños se las inculcan: ‘no vayas aquí’, ‘no cruces esta calle’. Yo no las conocía. Un día, yendo al instituto fui asaltado por primera vez. Apenas llevaba un móvil que no valía nada, pero me quedé petrificado. Ahí entendí que debía estar vigilante; aprendí a desconfiar de las personas que se me acercan y que no conozco»; explica.

Un día en el instituto, pidieron voluntarios para pintar un muro. Kelvin, que por aquellos días tenía unos ratos libres, se prestó voluntario. «Al llegar, me di cuenta de que no íbamos a pintar un muro, sino un mural. Para la actividad también habían traído a un grupo de baile de break dance, y ahí es cuando tuve el click». De talante tímido, Kelvin empezó a practicar coreografías en su habitación, pero pronto se le unieron su hermano menor y un amigo. Y así, practicando los tres, fueron ganando adeptos. Esos fueron los inicios de Warriors Zulu Nation. «Ni en mis mejores sueños hubiera podido pensar nunca que me hubiese podido dedicar a esto. En muchos países, los niños sueñan con ser doctores, ingenieros, profesores… Yo siempre tuve el sueño de emigrar y ser conductor de autobús; nunca me había planteado que podría tener un futuro distinto», asegura.

Warriors Zulu Nation

Poco podía imaginar Kelvin Enamorado que su interés por el breaking se convertiría en lo que es ahora Warrior Zulu Nation, una ONG que tiene como finalidad ofrecer a los y las adolescentes en situaciones socio-económicas complejas acceso a la cultura para que puedan imaginar otro tipo de futuro. Varios son los pilares de la iniciativa, ya convertida en institución, pero uno prevalece por encima de todos ellos: la necesidad de fomentar una cultura de paz y de entendimiento. Esto podría parecer baladí, pero en unas calles tan golpeadas por la violencia, que los y las jóvenes puedan imaginar un futuro de paz es toda una quimera.
Desde su nacimiento, las rutinas en Warriors Zulu Nation han cambiado mucho. «Ahora tenemos un convenio con una organización que tenía un edificio abandonado por el tema de las pandillas. Aquí hemos instalado la Casa Warriors. Durante cuatro días a la semana se desarrollan clases de arte de diferentes disciplinas: baile, ajedrez, pintura, dibujo, guitarra, coro, flauta… Todo esto gracias al trabajo colaborativo con otras organizaciones e instituciones. Trabajar con tantos jóvenes en unas instalaciones tan grandes también implica una gran responsabilidad. También trabajamos en acciones con las madres de los chicos que participan en las actividades artísticas y ofrecemos diferentes capacitaciones» explica Kelvin, que considera que es muy importante involucrar a las familias. La organización también lleva a cabo acciones puntuales en otras partes de la ciudad y del país. «Lo hacemos a través de subvenciones, consultorías y otras oportunidades de financiación. Eso supone un gran trabajo de gestión y de escritorio, de preparar propuestas».

Desde su nacimiento, las rutinas en Warriors Zulu Nation han cambiado mucho. «Ahora tenemos un convenio con una organización que tenía un edificio abandonado por el tema de las pandillas. Aquí hemos instalado la Casa Warriors. Durante cuatro días a la semana se desarrollan clases de arte de diferentes disciplinas: baile, ajedrez, pintura, dibujo, guitarra, coro, flauta… Todo esto gracias al trabajo colaborativo con otras organizaciones e instituciones. Trabajar con tantos jóvenes en unas instalaciones tan grandes también implica una gran responsabilidad. También trabajamos en acciones con las madres de los chicos que participan en las actividades artísticas y ofrecemos diferentes capacitaciones» explica Kelvin, que considera que es muy importante involucrar a las familias. La organización también lleva a cabo acciones puntuales en otras partes de la ciudad y del país. «Lo hacemos a través de subvenciones, consultorías y otras oportunidades de financiación. Eso supone un gran trabajo de gestión y de escritorio, de preparar propuestas».

También el día a día de Kelvin ha cambiado mucho, y ahora pasa muchas horas en el escritorio para sacar adelante los diferentes proyectos. Para Warriors Zulu Nation tiene un sueño: «ser auto-sostenibles y no depender de nadie», concluye.

Honduras, un país devastado por la violencia

La inseguridad y la violencia, la prevalencia de bolsas de pobreza y la corrupción sistémica son algunos de los problemas estructurales que sufre Honduras desde hace años. El gobierno de la presidenta Xiomara Castro, a pesar de las promesas, no está consiguiendo promover mejoras radicales. Según los datos de Human Rights Watch, «en 2021, cerca del 80 % de los hondureños de las zonas rurales vivían en condiciones de pobreza, con ingresos inferiores a 7 dólares diarios, y casi todos ellos en la pobreza extrema, con ingresos inferiores a 4 dólares diarios. En marzo de 2023, datos oficiales mostraban que el 14 % de los hondureños no sabía leer ni escribir».

Este contexto constituye un caldo de cultivo ideal para la proliferación de las pandillas y la violencia. Si bien de 2022 a 2023, el número de homicidios se redujo considerablemente, la violencia en las calles continua siendo uno de los problemas principales del país. «Según Insight Crime, un centro de estudios y medio de comunicación especializado en crimen y seguridad, Honduras tiene la segunda tasa de homicidios más alta de América Latina y el Caribe, tras Jamaica», se puede leer en el informe de país de HRW. Para atajar esta violencia, el ejecutivo de Xiomara Castro ha impuesto en diferentes ocasiones el estado de excepción, lo que ha provocado la vulneración de numerosos derechos humanos.

Esta situación hace que no sean pocas las personas que intentan abandonar el país para buscar un futuro mejor, sobre todo, en Estados Unidos. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) «Desde 1990 a la fecha, el número de personas hondureñas que viven fuera de su país de origen se ha visto incrementado de 156.000 a 985.0009, siendo el principal país de destino Estados Unidos de América». También según los datos de esta misma organización, «se calcula que al año 2022, 247.000 personas se encontraban en situación de desplazamiento interno en Honduras por causas derivadas de incidentes de violencia y aproximadamente otras 1.100.000 personas por los efectos de los desastres naturales».

Además, Honduras también constituye un país de paso para ciudadanos y ciudadanas de otras nacionalidades latinoamericanas, sobre todo personas procedentes de Cuba, Venezuela, Haití y Ecuador que migran hacia Estado Unidos. Según el Instituto Nacional de Migración (INM) de Honduras y la propia OIM, de 2022 a 2023 estas llegadas de personas en tránsito se triplicó y superó el medio millón de personas. En lo que llevamos de 2024, se calcula que unas 250.000 personas han llegado al país con la intención de llegar hasta México y Estados Unidos.

Entrevista a Kelvin Enamorado

Vivíais en una zona rural, pero tu familia decidió mudarse a la segunda ciudad más grande de Honduras: San Pedro Sula; y a uno de los sectores más conflictivos: el sector Chamelecón ¿Cómo fue ese cambio?

Migrar de un pueblo rural a la segunda ciudad más grande del país fue un cambio radical en mi vida. La vida en el campo y los pueblos es mucho más tranquila, pero también es cierto que hay muchas menos oportunidades de estudio y de crecimiento. Justamente ese fue el motivo por el cual mi familia decidió mudarse al sector Chamelecón de San Pedro Sula. También me di cuenta de que en la ciudad había más violencia. A mí me costaba mucho entender qué sucedía, las dinámicas. No entendía porqué la gente tenía miedo de cruzar desde unas colonias del sector hacia otras colonias del mismo sector. No sabía el contexto de control que tienen las bandas en las colonias. El sector Chamelecón está divido en dos y está repartido entre las dos pandillas más fuertes del país. Este tipo de cosas uno las va entendiendo con el pasar del tiempo. Aunque te lo expliquen, no lo entiendes hasta que lo vives. A mí me asaltaron y ahí fue cuando empecé a entender que lo que llaman las fronteras invisibles existen y son reales. Y ahí surge el miedo. El control es real, porque la gente que vive dentro del sector lo hace con restricciones. El control también ha ido cambiando con el pasar del tiempo y en función de las políticas estatales; pero no se ha reducido. Han cambiado, eso sí, las maneras de operar. Hace diez o doce años se podía ver a pandilleros en las calles con armas y ahora es muy raro ver eso, porque en las calles hay más presencial policial y militar.

Continúas viviendo en un sector controlado por las pandillas; es entendible que muchos chavales se acerquen a ellas, porque les ofrecen cosas que el Estado, hoy por hoy, no les puede ofrecer. ¿Cómo no sucumbiste tú a ello?

Las pandillas ofrecen mucha protección a los niños y adolescentes y dan una imagen de héroes a la comunidad. Cuando se produce una etapa de debilidad en la pandilla es cuando aumentan los asaltos y los robos dentro de las colonias. Cuando la pandilla tiene más fuerza, los pandilleros mismos se encargan de eliminar a los asaltantes y a los rateros que hay dentro del sector. Ahora, por ejemplo, hace años que no tenemos asaltos dentro del sector; y eso no es gracias a la policía, sino a las pandillas. Ellos se presentan como los cuidadores y protectores de la colonia; y ciertamente puede que tengan razón, porque lo consiguen. Esto hace que se ganen la admiración de los niños y de los adolescentes, y por eso quieren formar parte de estas organizaciones. Quieren que se les respete, tener poder, ejercer el miedo. Hay muchos niños que en sus hogares no tienen protección, o un plato de comida, algo a lo que pertenecer. El destino de los pandilleros, sin embargo, es claro: a partir de cierto punto de involucración en la banda, solo existen dos salidas: la muerte o la cárcel. Todos ellos son conscientes de eso y aún con esas prefieren asumir el riesgo que no formar parte de nada y vivir ignorados. A mí me salvó el interés por el hip hop.

¿De dónde nace ese interés?

A mí siempre me había gustado el arte y en el colegio en el que estudiaba se me dio esta oportunidad. Cuando llegamos a vivir al sector Chamelecón, yo tenía 17 años y en el colegio vinieron a dar un taller de muralismo. Decidí inscribirme y aprendí técnicas de dibujo. A ese mismo espacio también llegó un grupo de bailarines de break dance y quedé encantado con el baile. A partir de ahí, empecé a practicar. Con el tiempo descubrí que ese baile pertenecía a la cultura del hip hop y me di cuenta de que me estaba metiendo en algo grande y positivo. Esto ayudó a mantenerme alejado de las pandillas.

En 2011 nace Warriors Zulu Nation. ¿Cómo se produce ese nacimiento y cómo es acogido por la comunidad? ¿No tuviste miedo de poner en marcha el proyecto?

Warriors Zulu Nation nace de una manera muy orgánica. No estaba planificando fundar una ONG y todos éramos adolescentes. El mayor era yo, que tenía 18 años. Lo único que queríamos era bailar y pasarlo bien; no queríamos pertenecer a bandas criminales porque no queríamos hacer daño a otra gente. La manera que encontramos fue a través del break dance y la cultura hip hop. Esto interesó a muchos otros jóvenes del sector. Al principio, la comunidad ese mostró hostil hacia nosotros, por la forma de vestir, por el estigma. Teníamos todas las puertas cerradas y practicábamos en la calle. Tuvimos miedo, sí, pero al final nos dimos cuenta de que no teníamos escapatoria: independientemente de lo que hiciéramos estábamos en peligro, así que decidimos hacer lo que nos gustaba.

También ese mismo año se produce un primer punto de inflexión cuando asesinan a un compañero vuestro. ¿Cómo se vivió ese momento y porqué decidisteis continuar?

Nuestro compañero fue secuestrado y asesinado por una de las bandas ese mismo año. Fue algo muy serio porque, de alguna forma, todas las pandillas que controlaban el sector pensaban que estábamos en contra suyo, que estábamos formando una nueva banda. Estuvimos en peligro y eso nos hizo tomar la decisión: o dejábamos el baile o seguíamos con él a pesar de todos los riesgos. Decidimos seguir con el baile, y no solo eso. Nos dimos cuenta de lo poderoso que era para los jóvenes y empezamos a usarlo como herramienta. Lamentablemente, este chavo no es el único que ha muerto; hemos perdido a otros amigos después de él. Cada año matan a alguien. En 2019 asesinaron a un amigo que había sido maestro de baile con nosotros en una ciudad cercana. Son golpes muy duros que continúan sucediendo, pero nos mantenemos firmes para que los jóvenes sepan que hay algo más allá en los barrios controlados por las pandillas. En estos lugares, los jóvenes viven con el riesgo de ser asesinados, ya sea por una banda o por la policía. Si nos van a asesinar igualmente, por lo menos que sea haciendo lo que nos gusta.

¿Has pensando en alguna ocasión en tirar la toalla a causa de las dificultades?

Sí, cada vez que pierdo un amigo o que alguien cercano migra; porque te da la sensación de que no hay resultados, que no está sirviendo de nada todo el trabajo que se hace.

¿Qué te ha aportado a nivel personal escoger esta vida?

Me ha aportado muchísimo. Me alegra ver a tantos jóvenes involucrados con el baile, y no solo eso. Nos dimos cuenta de lo poderoso que era para los jóvenes y empezamos a usarlo como herramienta. Lamentablemente, este chavo no es el único que ha muerto; hemos perdido a otros amigos después de él. Cada año matan a alguien. En 2019 asesinaron a un amigo que había sido maestro de baile con nosotros en una ciudad cercana. Son golpes muy duros que continúan sucediendo, pero nos mantenemos firmes para que los jóvenes sepan que hay algo más allá en los barrios controlados por las pandillas. En estos lugares, los jóvenes viven con el riesgo de ser asesinados, ya sea por una banda o por la policía. Si nos van a asesinar igualmente, por lo menos que sea haciendo lo que nos gusta.

¿En quién te has inspirado a lo largo de estos años?

Tenemos varias fuentes de inspiración: algunos bailarines hondureños y de Centroamérica, como Bboy Milo, que fue desaparecido en El Salvador. Siempre recordamos sus enseñanzas y las compartimos. En 2015 tuvimos la oportunidad de viajar a Medellín, en Colombia, y conocimos el trabajo que se hace en Casa Kolacho, en la Comuna 13, que es muy parecida al sector Chamelecón. Aspiramos a que nuestro sector pueda convertirse en lo que se ha convertido la Comuna 13; de ahí nuestro trabajo en Casa Warriors.

¿Qué les dirías a los chavales adolescentes de ahora que, con 13 o 14 años, no saben qué hacer con su vida?

Yo siempre les digo que cuando vean una oportunidad, la aprovechen; que no tengan miedo a experimentar capacitaciones y disciplinas nuevas, que lo intenten; porque quizás ahí encuentren el sentido de sus vidas. Y si lo encuentran, que se enfoquen en aprender y en mejorar. También les aconsejo que tengan un plan B. Yo terminé mis estudios como técnico en refrigeración, por si acaso.

Teniendo la posibilidad de haber migrado hacia Estados Unidos o hacia otro país, ¿porqué decidiste quedarte en Honduras?

He tenido muchas oportunidades de irme del país, sí. Y mucha gente me ha animado a que me fuese, porque la cosa está fea; pero la cosa siempre ha estado fea. Siento que no podría vivir en otro lugar sabiendo que estando en Honduras puedo hacer mucho más que estando fuera. Yo podría irme solo sabiendo que seré más útil fuera que dentro; de momento no ha sido así. Gracias al hip hop conseguí ver a mi mamá, que vivió durante 18 años en Estados Unidos, y he tenido la oportunidad de estudiar en la universidad. Nunca pensé que yo podría ir a la universidad. Con el hip hop me di cuenta de que me gustaba tanto aprender como enseñar; pero también me di cuenta de que necesitaba profesionalizarme, porque siendo profesional iba a poder generar más oportunidades, tanto para mí como para los demás. Y es así como conseguí terminar la licenciatura en pedagogía y ciencias de la educación en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Ahora estoy buscando oportunidades para poder cursar una maestría.

¿Qué pedirías para el futuro de Honduras?

Que no nos estorben, por así decirlo. A lo largo de los años nos hemos esforzado muchísimo para sacar adelante los proyectos, luego se produce un cambio en el gobierno, se modifican las leyes y todo se complica y se echa a perder el trabajo hecho. Históricamente, los gobiernos no nos han ayudado; sino todo lo contrario: nos han estorbado. También sería un sueño que existieran más proyectos como el nuestro, en todos los sectores y barrios de San Pedro Sula y también en las zonas rurales y los pueblos, donde las oportunidades de formación son muy escasas. También allí hay situaciones de violencia a distintos niveles.

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