Yslem, hijo del desierto

Derecho a la paz. Derechos civiles y políticos.
Sáhara Occidental
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Yslem Mohamed Salem Nafaa es un rapero saharaui nacido en los campamentos de Tinduf, en Argelia. Actualmente vive en Alborea (Albacete). Llegó a España como lo hacen muchos niños y niñas saharauis, gracias a los campamentos de verano de Vacaciones en paz.. Instalado en Galicia durante los años de su adolescencia y acogido por una familia gallega, estudió educación social, pero nunca ha dejado de lado su verdadera vocación: el hip hop.

Una infancia marcada por el conflicto del Sáhara Occidental

Yslem asegura que desde que él era pequeño, las cosas han cambiado mucho en los campamentos saharauis: “(…)yo solo conocía las dunas y las haimas, ir al colegio, ayudar a mi madre y esperar la ayuda humanitaria. Yo no sabía ni qué era una tienda, ni el mar. Ni incluso una zapatilla”, explica. Quizás por esto le impactó tanto la experiencia de sus primeras Vacaciones en paz, en Italia. Me impresionaba todo: la hierba, las casas, los ladrillos, el agua saliendo del grifo, las fuentes”. Aesas vacaciones en paz en Italia le siguieron otras por diferentes puntos de la geografía española, como Castilla La-Mancha o Euskadi. omo su hermana melliza estaba en Galicia y él tenía problemas respiratorios, la familia de acogida de su hermana decidió hacerse cargo de Yslem, así que él se asentó en Mos (Pontevedra), con el consentimiento de su familia saharaui. Fue allí y entonces cuando empezó a iniciarse la cultura del grafiti y del rap y a rimar sus primeros versos. Yslem es uno de los primeros saharauis del género en su territorio. Asegura, sin embargo, que su interés por la música le viene de pequeño: “(…) en los campamentos, en la escuela, siempre formé parte del coro musical. Me encantaba cantar. Mi abuelo y mi bisabuelo eran poetas, y esto también me influyó”, relata.

Su primer contacto con el rap fue a través de los humanitarios cubanos que llevaban casetes de hip-hop americano a los campamentos No entendía nada, pero le gustaba. “El último año que viví en los campamentos, llegó la televisión en blanco y negro. Cogíamos un par de canales; uno de ellos era argelino, y por la tarde ponían música árabe de diferentes países. Ahí descubrí el rap argelino, gracias a un grupo que se llamaba MBS”. Ya en España, en O Porriño, cerca de Mos, donde vivió posteriormente, tuvo la posibilidad de conocer más de cerca esa cultura que tanto le atraía, en parte gracias al festival Intercontracultura que reunía a grafiteros de todo el mundo. “Este festival me atrapó”, relata. Empezó a pasar a limpio las letras que tenía. En 2007 publicó su primer álbum: Cuestión de fe; y de ahí hasta el día de hoy.

Las letras de Yslem hablan de resistencia, de lucha y de autodeterminación. Hablan de la necesidad de romper el muro del silencio y el muro de la indiferencia que hace que los conflictos caigan en el olvido. Habla también, y sin cortarse, de la responsabilidad del Estado español en la cuestión del Sáhara Occidental; y se muestra muy crítico con los partidos políticos españoles, a quien acusa de vivir bajo el chantaje del reino marroquí.

Un poco de historia

Hablar de la historia del Sáhara Occidental es hablar de la historia de una injusticia y de un pueblo, el saharaui, que lleva años luchando por el derecho a la autodeterminación. Con capital en El Aaiún, el Sáhara Occidental, hasta 1975 estuvo ocupado por España: se consideraba su provincia 53. Con la muerte de Franco, las reivindicaciones del pueblo saharaui, que se habían iniciado en los primeros años de la década de los setenta fueron tomando fuerza. Ante este contexto, España se tomó el compromiso de organizar y llevar a cabo un referendo de autodeterminación. Fue entonces cuando Marruecos, en ese momento liderado por Hassan II, y Mauritania aprovecharon para reivindicar parte del territorio saharaui como propio argumentando razones históricas. A finales de octubre de 1975 se produjeron las primeras agresiones por parte del Reino de Marruecos y el 6 de noviembre se iniciaba la Marcha Verde: más de 300.000 marroquíes llegaban a territorio saharaui y lo ocupaban, lo que supuso un éxodo masivo desde la costa hasta el interior, el desierto. Solo Argelia abrió sus puertas a esas personas que huían de la violencia.

La responsabilidad del gobierno Español en todo ello es indudable. De hecho, existen documentos sobre lo que realmente sucedió durante la Marcha Verde que todavía no han sido desclasificados. En el 2017, pero la CIA desclasificó a algunos que pondrían en cuestión la postura del Rey emérito Juan Carlos I: al parecer, la monarquía española facilitó la entrada de las tropas marroquíes en territorio saharaui. Lejos de encontrar un acuerdo pensando en el pueblo saharaui, el 14 de noviembre de 1975, España, Mauritania y Marruecos firmaron los Acuerdos de Madrid, en los que se contemplaba un referéndum sobre la autodeterminación del pueblo saharaui. Esto nunca se llevó a cabo. El 27 de febrero de 1976 España se retiraba de forma definitiva del Sáhara Occidental; y ese mismo día el Frente Polisario (Frente Popular para la Liberación de Saguia el-Hamra y Río de Oro) proclamaba la RASD (República Árabe Saharaui Democrática). En 1979 Mauritania se rindió y dejó de reivindicar una parte del Sáhara Occidental, pero esto fue aprovechado por Marruecos para anexionarse a otra parte del territorio. En 1991 se firmó un acuerdo de paz y la ONU estableció la Minurso (Misión de Naciones Unidas por el Referéndum del Sáhara Occidental) con el compromiso de llevar a cabo un referéndum de autodeterminación. Jamás se celebró. Desde entonces, el Frente Polisario y el Reino de Marruecos han vivido una guerra no oficial pero ininterrumpida con período de mayor o menor intensidad.

En cuanto al estatus político, el Sáhara Occidental es miembro permanente de la Unión Africana, pero en Naciones Unidas, Francia, miembro permanente del Consejo de Seguridad y con derecho a veto, veta de manera sistemática todas las resoluciones a favor del pueblo saharaui porque considera Marruecos, ex colonia, un socio prioritario y el principal aliado en la región. Después de más de cuarenta años, el conflicto sigue estancado.

Situación actual

A principios del 2022, el ejecutivo de Pedro Sánchez (PSOE) hacía un giro inesperado respecto a la cuestión del Sáhara Occidental y apoyaba públicamente el régimen de Mohamed VI, que tiene sobre la mesa, desde 2007, una propuesta de autonomía por el territorio, pero que no gusta al pueblo saharaui. Hasta el momento, España había apostado por una solución política aceptada por ambas partes y dentro del marco de negociación de Naciones Unidas. El cambio de postura podría deberse, en parte, a una crisis entre Marruecos y España después de que este último país acogiera al líder del Frente Polisario para tratarle de Covid, durante la pandemia. Este hecho provocó una crisis diplomática entre el reino alauí y España que terminó en el momento en que el gobierno español apoyó públicamente el régimen de Mohamed VI. Este cambio de postura tuvo también consecuencias en las relaciones diplomáticas y de cooperación entre España y Argelia, que quedaron muy deterioradas.

Entrevista a Yslem, hijo del desierto

¿Cómo es crecer en los campamentos de Tinduf, en esa situación de anormalidad?

Yo viví en los campamentos siendo un niño. Era feliz porque era inocente, había escasez de todo y todos teníamos lo mismo. Los hombres estaban en la guerra y las mujeres nos cuidaban No sabíamos si nuestros padres y tíos volverían. Todo resultaba raro, pero lo aceptábamos: era lo que nos tocaba vivir. Nos extrañaba ver a gente extranjera que nos visitaba. Lo comparo con mi vida actual y, ciertamente, aquella infancia fue algo extraña. Mis amigos y yo soñábamos con ver el mar y las casas de nuestros padres, nos preguntábamos cómo era el Sáhara Occidental. También recuerdo vivir esperando la ayuda humanitaria.

¿Cuál era tu mayor miedo, de pequeño?

Perder a familiares o familiares de amigos y terminar separados. Había mucha gente en la diáspora. Ahora, toda mi generación vive separada de sus familias, pero no podemos volver a los campamentos porque no hay oportunidades. La mayoría de nosotros tenemos estudios; esto es algo que hizo muy bien el Polisario: proporcionar educación como una opción de futuro. Tenemos una generación muy preparada pero la tristeza que sufrimos es que no nos podemos desarrollar allí. Yo sí que me quedaría aquí [en el momento de la entrevista Yslem está en los campamentos, en Tinduf], pero ¿qué haría? Aquí no tengo ningún futuro, y lo único que podría hacer es ir a luchar a la guerra. Seguimos estancados, y el esfuerzo del Polisario por educar a toda una generación no ha servido de nada. Aquí hay jóvenes ingenieros, abogados, artistas… que no pueden hacer nada más que esperar a que el tiempo pase. Esto es muy triste. Y me da miedo. Lo veo con mis sobrinos: ¿de qué sirve formarlos si después no se pueden desarrollar aquí? Tendrán que vivir separados de su familia, como me ha pasado a mí. Yo en veinte años apenas he visto a mis padres. La otra opción es acabar en el ejército, y a saber qué sucede con ellos.

¿Qué te atrapó, del rap?

El rap es la música de los sin voz y habla, o hablaba, de lo que está mal en la sociedad. Va más allá. Ahora todo ha cambiado un poco, pero la esencia del rap no lo ha hecho. Es un género combativo.

Tú lo usas para hablar de la causa saharaui. También impares talleres y formaciones en los campamentos. ¿Es la música una herramienta para cambiar las cosas?

El arte, y por consecuente la música, es la mejor arma para darle la vuelta a todo y concienciar a la población, a los políticos o incluso derrotar las políticas agresivas. También es cierto que actualmente vivimos en una época en la que todo va muy rápido y los cambios son constantes. Los avances tecnológicos y la digitalización nos saturan, y las nuevas generaciones están bastante saturadas de conocimientos. Al mismo tiempo, sin embargo, tengo la sensación de que estamos ante una población dormida: la gente está demasiado entretenida y no presta atención a lo importante. Lo vemos en Gaza: se están matando bebés ante los ojos de todo el mundo y nadie hace nada: la gente prefiere vivir en su Tik Tok. En este contexto, a veces pienso que ya ni siquiera la música o la cultura pueden remover consciencias.

Hablas de la indiferencia ante lo que sucede en el mundo.

Exacto. Si nos alzamos, ya no el pueblo saharaui, sino todo el mundo, podremos derrotar el muro de la indiferencia. Nos han enseñado a que todo nos dé igual. Y no hablo de los gazatíes que están siendo bombardeados, de los saharauis o del migrante que muere en el mar; hablo del vecino de al lado. Lo desahucian ante nuestros ojos y ni siquiera nos movemos. Nos mantienen entretenidos para que no nos demos cuenta de las cosas y nos dé todo igual. La música y el arte sí que podrían romper ese muro de la indiferencia.

Teniendo en cuenta la responsabilidad del Estado español en la cuestión del Sáhara Occidental, ¿crees que la población española está concienciada con la causa saharaui?

Los saharauis, a la población española, no tenemos nada que reprocharle. En lo que nos ha pasado a los saharauis tiene muchísima responsabilidad, eso sí, el Estado español. Tenemos que reconocer, sin embargo, la gran labor de la ciudadanía española y su solidaridad. Organizaciones, Vacaciones en paz, envío de ayuda y llegada de profesionales, acogida de críos… Ellos son los que han creado la base de lo que somos ahora. La ausencia de todos los gobiernos españoles en el Sáhara Occidental ha sido suplantada por la voluntad de su ciudadanía. En España os continuáis acordando de nosotros. Nuestro mayor enemigo, junto con Marruecos, es el Estado español. Nos lo han prometido todo mientras negociaban paralelamente con Marruecos, quien chantajea a España con el tema de la migración, el comercio de las drogas y el terrorismo. Son tres temas con los que se juega de manera constante. Y España, evidentemente, tiene miedo.

Durante tu adolescencia creciste en Galicia, donde también hay población marroquí. ¿Cómo era tu relación con los niños y niñas marroquíes?

Antes de llegar a España, yo vivía en los campamentos de refugiados, donde lo único que se escuchaba era que Marruecos era el demonio, el mal: el enemigo total. Cuando tienes siete u ocho años, ese relato es poderoso y te imaginas al enemigo como un monstruo. En España, estudié educación social y tuve la posibilidad de trabajar muy de cerca con las comunidades marroquíes. Me di cuenta entonces que ellos eran mucho más víctimas de su país que nosotros mismos por una sencilla razón: ni siquiera saben dónde está el Sáhara Occidental en el mapa. Marruecos es uno de los países con más analfabetismo de todo el continente africano, y esta situación está propiciada por el mismo Estado marroquí, porque le beneficia enormemente. Tener un país ignorante siempre es positivo para los gobernantes. La población marroquí no tiene ninguna responsabilidad sobre lo que le ocurre al pueblo saharaui.

¿Dónde queda el miedo, en todo esto?

Gran parte de la población marroquí tiene miedo a la monarquía y no les interesa meterse en problemas políticos. Hablar o significarse con el Sáhara Occidental es sinónimo de problemas para ellos. No importa que estén en España: cualquier persona marroquí tiene familia que aún vive en Marruecos: un tío, una tía, un sobrino, etcétera. Es peligroso, pero yo creo que hay esperanza, porque hay muchos y muchas jóvenes marroquíes que están despertándose y están despertando a los demás. Hay activistas marroquíes que luchan para que el pueblo se levante, pero va a costar mucho porque es una lacra instalada desde hace tiempo en la ciudadanía.

Estás concediendo esta entrevista desde los campamentos saharauis de Tinduf. ¿Cómo ves a los críos y crías de ahora?

Estamos en una situación de guerra y hay un bloqueo informativo muy importante que hace que esto apenas se sepa, pero el ejército saharaui continúa luchando contra el marroquí. También hay una guerra diplomática y social; así que nosotros continuamos denunciando los abusos. ¿Sabías que Marruecos acaba de ser nombrado presidente del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para este 2024? Los críos y las crías siguen nuestros pasos y son los que padecen la peor parte de todo este conflicto. Saben perfectamente que el sitio donde viven no es su tierra y que luchamos por recuperarla. Son los que se llevan la peor parte.

¿Te muestras optimista o pesimista, respecto al Sáhara Occidental?

Yo no tengo derecho a mostrarme pesimista, porque vivo de la esperanza. Si la perdemos [l’esperança], lo perdemos todo; no tendremos a dónde agarrarnos. Y los saharauis continuamos con la convicción intacta: el Sáhara Occidental será libre. El saharaui jamás será marroquí.

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