Adenike Oladosu

Derechos medioambientales. Derechos de las mujeres.
Nigeria
ILeadClimate
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Adenike Oladosu (Ogbomosho, Nigeria, 1994) es una activista climática nigeriana y una de las impulsoras del movimiento Fridays for Future en su país. Se autodefine como ecofeminista y eco-reportera; y en la actualidad es una de las voces más potentes, junto con Greta Thunberg, Helena Gualinga o Vanessa Nakate en la la lucha contra el cambio climático. Desde 2019 trabaja de manera incansable para movilizar a la juventud tanto nigeriana como africana en la toma de consciencia de lo que supone la emergencia climática.

Licenciada en economía agrícola, fue en 2019, leyendo el informe del Panel Internacional por el Cambio Climático (IPCC), cuando se dio cuenta de la magnitud de lo que significaba la crisis climática. Fue entonces cuando decidió ponerse manos a la obra y empezar su activismo. Para Oladosu, quien en diciembre de 2019 asistió a la COP 25 celebrada en Madrid como delegada de la juventud nigeriana, la justicia climática es un tema de responsabilidad que debe ser asumido por todos los países, especialmente por aquellos que conforman el Norte Global, los responsables de la situación de emergencia climática actual. Oladosu se muestra muy crítica con ellos: “Necesitamos que se ejecute el Fondo para Pérdidas y Daños [en referencia a uno de los compromisos del Acuerdo de París, en 2015]. Si los líderes[del Nord Global] no dan los fondos necesarios que necesitan los países del sur, entonces no nos podremos adaptar. Y no podemos eludir su responsabilidad, porque son los que más han contribuido, con sus emisiones, al calentamiento del planeta. Y nosotros, los del sur, somo los que más lo sufrimos[el canvi climàtic]; por lo tanto, podemos hablar de una situación de neocolonialismo”. Adenike Oladosu aprovecha cada ocasión que tiene para hacer una llamada a la acción y para señalar a los responsables “Es inmoral que[els països del Nord Global] no cumplan con sus obligaciones financieras; y si no se responsabilizan, nunca tendremos justicia climática”, concluye.

Adenike Oladosu también está detrás de la iniciativa panafricana ILeadClimate, que tiene como objetivo impulsar el activismo por el clima y la construcción de la paz, especialmente en la región del Lago Chad. Lo hace a través de programas de sensibilización, talleres, cursos, formaciones y actividades, entre otros, que tienen en el centro a las mujeres.

I LeadClimate por la recuperación del Lago Chad

El Lago Chad —uno de los más grandes del mundo— se ha reducido en un 90% en 60 años, según llevan años señalando tanto Naciones Unidas como diferentes organizaciones ambientales. Esto se debe, principalmente, al cambio climático, pero también a la proliferación de regadíos, presas y el aumento de la población. El Lago Chad, compartido por Níger, Nigeria, Chad y Camerún, es el sustento de unos 42 millones de personas y hasta hace poco era la principal fuente de agua del Sahel. Ante esta situación, Adenike Oladosu y I LeadClimate trabajan por el empoderamiento de las comunidades que viven en el lago con la finalidad de evitar los conflictos que surgen de la escasez alimentaria. Conflictos entre comunidades, desplazamientos y luchas territoriales, entre otros. “Dar sustento a los afectados por la reducción del lago Chad se basa en un enfoque de primeros auxilios, pero fortalecer las opciones de medios de vida se convierte en un enfoque sostenible a largo plazo”, se explica en I LeadClimate.

Quien ha sabido aprovechar la coyuntura de escasez de recursos es el grupo Bokom Haram, que opera en la zona y que, gracias al conflicto, ha captado a jóvenes sin recursos. De esta manera, se observa cómo el cambio climático no solo pone en entredicho la supervivencia de comunidades y ecosistemas, sino que fomenta el extremismo violento y pone en jaque la seguridad de países enteros. Ante este escenario, parece evidente la necesidad de un enfoque multisectorial e interdisciplinar que pueda hacer frente a una de las crisis ambientales más graves que sufre el continente africano, la del Lago Chad.

Nigeria, donde el cambio climático no es una amenaza sino una realidad

El cambio climático en Nigeria ya no es una amenaza, sino una realidad que condiciona el día a día de sus habitantes. Sequías que provocan hambrunas, inseguridad alimentaria y conflictos entre comunidades, inundaciones inesperadas —las de 2022 hicieron que casi un millón de personas tuviese que desplazarse—, aumento del nivel del mar y la consecuente migración de la población o la desertificación extrema —la temperatura en el país ha subido considerablemente desde la década de los ochenta— son algunos de los efectos que ya se pueden observar en el país africano. Nigeria, además de ser el país con más población de África, con unos 218 millones de habitantes, es uno de los que más está sufriendo los embates de la emergencia climática.

A pesar de eso, el país es el mayor productor de petróleo del continente africano, y los combustibles fósiles representan el 60% de los ingresos del gobierno y el 90% de los ingresos en divisas. Si bien el pasado agosto Nigeria puso en marcha su Plan de Transición Energética para lograr el objetivo de cero emisiones netas para 2060 —y en 2021 promulgó una nueva Ley de Cambio Climático—, la realidad es que el petróleo y el gas aún juegan un papel primordial en la economía nigeriana. De hecho, el Plan de Transición Energética prevé acciones significativas a partir de 2030. Es más: el gobierno ha declarado el período hasta 2030 como la ‘Década del Gas‘ y se prevén acciones para atraer la inversión, lo cual implicará el aumento de la producción tanto de gas como de petróleo y la expansión del mercado. La actual guerra entre Rusia y Ucrania y la consecuente crisis energética podría relanzar a Nigeria en la reorganización del orden energético mundial que se está produciendo.

 

Entrevista a Adenike Oladosu

¿Cómo te conviertes en activista por el clima? ¿En qué momento tomas consciencia de la gravedad del tema?

Empecé a ser activista antes de finalizar la carrera universitaria. Por aquél entonces ya había visto el impacto que tiene la crisis climática en mi tierra: las hambrunas, las sequías, las inundaciones, la deforestación o la subida del nivel del mar, entre otros. Hice algo de investigación sobre el Lago Chad y escuché muchas historias. Hablé con gente de diferentes regiones. Creo que si no se tiene conocimiento sobre los problemas, si no se dan a conocer, no se puede actuar; así que través de mi web daba a conocer las historias. También tenía y tengo un canal de YouTube. El activismo me permite dar a conocer las historias; también preparo materiales para mis estudiantes. Esta es parte de la solución.

Eres la impulsora de Ilead Climate. ¿En qué consiste?

Ilead Climate es un movimiento panafricano cuyo objetivo es llamar a la acción climática sobre los asuntos que conciernen al continente africano. Trabajamos en cuatro direcciones. En primer lugar, trabajamos por la recuperación y sensibilización sobre los problemas del Lago Chad. En segundo, promovemos la democracia y la educación ambiental entre los jóvenes. En tercer lugar, desarrollamos una acción climática basada en el ecofeminismo, y finalmente, ofrecemos soluciones. Hasta el momento, hemos podido formar a diferentes comunidades y a centeneres de personas sobre los impactos de la crisis climática. También estamos trabajando en el empoderamiento de estas comunidades, especialmente de las mujeres. Nuestro objetivo es fortalecer el acceso a los recursos y darles las herramientas necesarias para su desarrollo.

¿Qué tipo de trabajo o proyectos lleváis a cabo con las mujeres?

Algunos de nuestros programas se centran en el empoderamiento de las mujeres a partir de los recursos. Por ejemplo, les proporcionamos fertilizantes orgánicos o plantas autóctonas para que las cultiven. En África subsahariana, las mujeres no tienen el control sobre la propiedad de la tierra; y esto hace que no tengan acceso a una serie de recursos necesarios. Con nuestros programas intentamos cerrar las brechas existentes al tiempo que luchamos contra el cambio climático, construimos resiliencia, logramos la igualdad de género y fortalecemos el sistema alimentario. En África subsahariana, las mujeres aportan casi el 80% de los alimentos que se producen; y darles acceso a los recursos es fundamental para empoderarlas. También organizamos cursos y talleres relacionados con el cambio climático y el medio ambiente.

¿De dónde conseguís la financiación?

A veces de becas, a veces de organizaciones internacionales. También trabajamos en colaboración con entidades. Ahora mismo estamos desarrollando un currículum para un curso online sobre feminismo y ecofeminismo.

Te defines como ecofeminista y el trabajo que haces con Ilead Climate pone en el centro este concepto. ¿Por qué es tan importante que el activismo por el cambio climático vaya acompañado del feminismo?

Porque las mujeres se encuentran en el centro del cambio climático y porque históricamente se nos ha dejado de lado. La inestabilidad ambiental afecta más a las mujeres y las niñas que a los hombres; y ellas son las primeras afectadas por la crisis climática. En Nigeria se ve muy claramente esta dinámica. Por ejemplo, a medida que se degrada el medio ambiente, perdemos cubierta vegetal y el agua disponible se reduce. En mi país, las mujeres son las encargadas de que haya agua en la casa, por lo tanto son ellas las que tienen que salir a por el agua para cocinar. Hay mujeres que llegan a caminar hasta 20 kilómetros para conseguirla. Esta situación desempodera a las mujeres. Por ejemplo, hace que las niñas abandonen la escolarización para llevar a cabo esta tarea. No tendremos igualdad de género mientras no exista justicia climática.

En países como Nigeria, el cambio climático ya no es una amenaza, sino que ha pasado a ser una realidad. Desertificación generalizada, inundaciones, ciudades amenazadas por el aumento de la subida del mar, desplazamiento de gente…

La realidad de la crisis climática, tanto en Nigeria como en el resto del mundo, no es una, sino múltiple. Ninguna de estas crisis es más grande que otra, además, en la mayoría de las ocasiones, se superponen. La falta de agua, especialmente en el norte del país, hace que los rebaños no tengan que comer. Eso crea hambruna, inseguridad alimentaria y conflictos entre las comunidades.

¿Está la ciudadanía nigeriana preocupada por la emergencia climática? Recientemente, ha habido elecciones parlamentarias, ¿es un asunto prioritario para el nuevo gobierno?

En Nigeria, como en otros países, se necesita más concienciación. Se necesitan herramientas para hacer a la gente resiliente y se necesita paz. Esperamos mucho de la nueva administración, en materia de cambio climático. Por parte de los y las activistas, el trabajo se está haciendo: se están creando canales, se están moviendo las redes sociales, etc. Yo por mi parte, continúo escribiendo artículos y mi trabajo se centra, sobre todo, en la calle. Voy a escuelas e intento crear consciencia en los jóvenes y las comunidades. Hay que tener consciencia de la crisis en la que estamos. Y sí, veo mejoras: cada vez hay más gente involucrada y hay más consciencia que cuando empezamos.

Una de las misiones de Ilead Climate es trabajar por una economía verde. Hace tiempo que existe el debate entre si los gobiernos deben apostar por el decrecimiento o por abrazar un nuevo capitalismo verde. ¿Cómo lo ves tú?

Apuesto por el decrecimiento y por una ‘limpieza económica’, porque el sistema actual no es sostenible. Tampoco es sostenible continuar creciendo; además que se está haciendo a partir de la destrucción de países. Tan solo hace falta mirar a la situación en Fiji.

Ilead también apuesta por una democracia verde. ¿En qué consiste?

Democracia Verde significa tratar de lograr un mundo en el que no solo incluyamos los derechos humanos. La democracia no se entiende si no está relacionada con los derechos ambientales, porque los derechos humanos están directamente relacionados con ellos. Van juntos. No importa cómo tratemos de proteger los derechos humanos: si no le damos voz al medio ambiente o no tenemos derechos ambientales, no tendremos derechos humanos.

Fuiste una de las participantes de la COP 25 que se celebró en Madrid, en 2019. Y eres una de las personas más críticas con estos encuentros, concretamente en lo que concierne al Fondo para Pérdidas y Daños [Loss and Damage Fund, en inglés]. Sueles decir que además de poco compromiso por parte de los estados, el punto no es suficientemente concreto. A este respecto, ¿qué esperas de la COP 28?

La COP 28 es en la que finalmente se tendrá que hacer un paso al frente respecto al Fondo para Pérdidas y Daños. O se convierte en realidad, o que lo dejen ir. En la próxima COP me gustaría ver más acciones, y las empresas de combustibles fósiles fuera. No existe una adaptación al cambio climático con ellas en medio. Tenemos que escoger. Por otra parte, espero que se dejen de manipular las conclusiones. Hay que priorizar a la gente antes que los beneficios económicos, y hay que trabajar para que se cumplan todos los objetivos. Queremos más inversión en innovación, sostenibilidad y recursos energéticos alternativos. Tenemos muchas demandas y muchas responsabilidades de cara a la próxima COP.

¿Cuál es el papel de los medios de comunicación en la llamada a la acción contra la emergencia climática?

Los medios juegan un papel muy importante, pero si en ellos invierten las empresas de combustibles fósiles, tendremos entonces un mensaje parcial. Los medios saben que juegan un rol muy importante en el tema de la justicia climática; pero muchas veces, la realidad que muestran no es la correcta. Deben ser independientes, y en ocasiones no lo son. De todas maneras, continúan siendo importante porque tienen muchos lectores y seguidores y comunicando acerca de los temas climáticos, podrían tener mucha fuerza, ya que llegan a muchísima gente. Si quisieran, podrían ser los principales aliados del activismo de la justicia climática.

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