Richmond Kennedy Quarcoo, director ejecutivo y cofundador de Plastic Punch, una organización que lucha por reducir el uso de plástico, nació en Acra, la capital de Ghana. Hijo de una familia de tradición agrícola, con una madre profesora y un padre pedagogo y político, Richmond primero quiso ser médico, aunque más tarde entendió que no era una profesión para él. Dubitativo, condicionado por la pasión por el mar y la influencia de su tío, terminó convirtiéndose en oficial de la marina mercante, y centró su tesis en el impacto de los contaminantes plásticos. “Luego navegué por un tiempo en buques de suministro y cargueros. Cuando regresé a Ghana, fundamos Plastic Punch», recuerda.
“Éramos siete profesionales, todos muy preocupados por el medio ambiente. Asistimos a una sesión de monitoreo de tortugas marinas en una comunidad a unos 45 minutos de Acra. De las seis tortugas que vimos, cinco estaban muertas. No pudimos diagnosticar científicamente la causa de la muerte, pero fue por vivir entre plásticos», explica Richmond. “Así que decidimos actuar. Todo empezó como una iniciativa con una primera limpieza de la playa, y después empezamos a llevar a cabo medidas de prevención. Pronto nos dimos cuenta de que necesitábamos constituirnos como ONG”, añade.
El plástico es un problema mundial: la contaminación afecta más a determinados países pero, a largo plazo, en este mundo entrelazado, todos los países sufrirán las consecuencias. Por ejemplo, en el océano existen aglomeraciones de basura con las proporciones de un continente. Y las corrientes marinas siguen alimentándolas. ¿Qué ocurrirá? “Por las corrientes oceánicas, nuestra basura acabará uniéndose. Si la gente no actúa en Congo, su basura recorrerá todo el camino hasta unirse también (a una aglomeración de desechos). Somos un solo océano, un solo planeta. Estamos interconectados, y no podemos escapar”, considera Richmond sobre un mundo condicionado también por los efectos evidentes del cambio climático. “Hay efectos visibles, como el aumento del nivel del mar o la oscilación en las precipitaciones. El año pasado, en Ghana tuvieron que desbordar una presa hidroeléctrica porque llovía mucho, y muchas comunidades se vieron afectadas: algunas granjas quedaron inundadas”, ejemplifica.
El futuro de los océanos: más plásticos que peces
En los océanos hay más de 150 millones de toneladas de plástico y cada año se suman entre 4,7 y 12 millones de toneladas más. Atendiendo al peso, recoge el Europarlamento, en 2050 los océanos tendrán más plásticos que peces. Un drama global que se refleja con mayor crudeza en algunas regiones del mundo.
Los mares Mediterráneo y Amarillo (este último en parte norte del mar de la China Oriental) son de los que tienen las mayores concentraciones de microplásticos del mundo, mientras que lugares como el giro del Pacífico Norte acaparan plásticos de mayor tamaño que, por el proceso de fragmentación, se terminarán convirtiendo en micro y nanoplásticos. Los microplásticos no son fáciles de ver, a diferencia de los continentes de basura o de los lugares paradisíacos deslucidos por corrientes marinas que constantemente cargan desechos visibles. Pero, aunque los ojos engañen, todo es plástico.
“En 2017, la cantidad total de plásticos producidos ascendía a 8.300 millones de toneladas métricas (mtm), de las cuales 6.800 mtm eran resinas plásticas, 500 mtm eran aditivos y 1.000 mtm eran fibras de poliéster, poliamida y acrílicas. Aproximadamente el 76% (6.300 mtm) ya se habían convertido en residuos. Los residuos incinerados representaban el 12%. Otro 9% se había reciclado. Solo el 10 % de este porcentaje se recicló más de una vez. El 79% restante terminó en vertederos o en la naturaleza, lo que representa el 60% de todos los plásticos producidos hasta 2017”, recoge el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) en el informe Impacts of Plastic Pollution in the Oceans on Marine Species, Biodiversity and Ecosystems. “La contaminación por plásticos no puede considerarse de forma aislada. Más bien, añade, otro impacto a la retahíla de presiones existentes causadas por el ser humano, como el calentamiento global y el estrés térmico, la acidificación de los océanos, la eutrofización, la desoxigenación, la sobreexplotación pesquera, el ruido marítimo y submarino, la destrucción y fragmentación del hábitat, y la contaminación química», considera el activista.
Si bien en Europa la optimización del reciclaje y las normativas restrictivas están ayudando a solventar problemas derivados del abuso de productos de plástico, sobre todo los conocidos como “de un solo uso”, la mayoría de países del mundo no han acometido las reformas necesarias; y, además, carecen de los medios para reciclar sus propios desechos. En esos lugares, la basura que no se quema ni se recicla termina en la naturaleza o en el océano. En Ghana, uno de los cementerios globales de basura electrónica, los desechos están a la vista de todas las personas: en las calles, en las playas y, por supuesto, en el mar. El Estado no reacciona, y esta parálisis tendrá consecuencias irreversibles en la biodiversidad, en la vida marina y sus especies; en la salud humana, por la ingesta de peces contaminados; y en las comunidades nativas, que ven languidecer sus actividades económicas tradicionales: según el informe del Europarlamento Plastic in the Ocean: the facts, effects and new EU rules, la pérdida en los sectores turístico y pesquero es de entre 259 y 695 millones de euros en el mundo.
“Todo plástico es peligroso”
¿Cuáles son los principales proyectos de Plastic Punch y cómo los implementan?
Primero, limpiamos las playas de anidación de tortugas, para que tengan un lugar seguro en el que anidar. Sin embargo, sabemos que limpiar la playa no es la solución: después llegará más basura. Por eso, lo que proponemos es la reducción de plásticos. Con esta acción buscamos responder a dos preguntas: ¿qué contamina y quién contamina? Recopilamos datos que utilizamos para fundamentar la dirección de nuestras recomendaciones políticas. También investigamos y desarrollamos soluciones alternativas de empaquetado de productos; y buscamos prohibir los plásticos problemáticos; es decir, algunos como los de un solo uso, los que no se pueden reciclar y no tienen valor después del primer uso. Además, llevamos a cabo trabajos de concienciación en comunidades a través del arte, la música, el cine, y capacitamos en ciencias oceánicas en África. Estamos en Ghana y Nigeria, y nos estamos expandiendo a Kenia y Camerún. Necesitamos más científicos para investigar y recoger datos.
¿Mejora la situación en Ghana, o la sociedad no responde?
Realmente no se puede culpar a la gente. La culpa es de los sistemas ineficientes de gestión de residuos. Las zonas limpias lo están porque tienen una gestión eficiente de residuos.
¿Y esas zonas limpias, porqué lo están?
Por diferentes razones. Antes, las autoridades locales otorgaban el contrato a quien quería; ahora es el Gobierno central el que lo otorga. En algunos lugares, el proveedor de la gestión de residuos realiza el trabajo; y en otros, no, pero sí se lleva el dinero. Por lo tanto, existen problemas de corrupción, monitoreo y evaluación. Y tenemos otro problema evidente: los sistemas de gestión de residuos son insuficientes. También hay que considerar la basura que no es de uso ni producción local: se trata de basura que llega con los océanos: muchos desechos corporales, zapatos, juguetes, y basura electrónica. Aún estamos tratando de comprender, con datos satelitales, cuál es el origen de esa basura. No lo sabemos, pero tenemos un problema interno: no contamos con un sistema sólido de gestión de residuos.
Ghana es uno de los cementerios mundiales de basura tecnológica. También de ropa. Mucha proviene de Europa y Occidente. ¿A quién culpa de esta situación?
Los acuerdos comerciales son con nuestros gobiernos, por lo que sobre ellos recae la responsabilidad principal. Si no se permitiera ese tipo de comercio, no existiría este problema. Por otra parte, no hay una agenda nacional ni la capacidad tecnológica para reciclar. Por lo tanto, no culparía a otros. Países como Ruanda y Kenia han tomado medidas. Hay que optar por la reducción y por otras prácticas y soluciones alternativas disponibles, en lugar de recurrir a la economía circular de los residuos, porque existe una cadena de valor en torno al reciclaje. Por eso, decimos prevención antes que gestión.
Reducir los productos de plástico de un solo uso parece la opción más viable.
Hemos iniciado un proyecto en el que conseguimos que los supermercados fijaran un precio a los plásticos de un solo uso, las bolsas, como se ha hecho en muchos países, y se demostró la reducción del consumo. Tenemos ejemplos buenos en el este de África: Ruanda, Kenia y Tanzania no facilitan plásticos de un solo uso. Hagamos lo mismo. Queremos convertir esto [por el impuesto] en obligatorio. Trabajamos con la Agencia de Protección Ambiental, y el Gobierno y el presidente han hecho declaraciones contundentes en las que se han comprometido a estudiarlo.
El mar Mediterráneo y el mar Amarillo presentan mayores concentraciones de microplásticos. ¿Por qué los microplásticos son más peligrosos que otros?
Todo plástico es peligroso. Pero quizás, como no los vemos, los microplásticos lo son más. Al final, se infiltran en nuestro torrente sanguíneo; llegan al agua que bebemos, a los alimentos que consumimos y a los materiales con los que contactamos. El plástico en sí mismo es el problema. Los materiales que lo componen, los aditivos que se añaden, son de origen fósil, y no deberían entrar en contacto con los humanos; son tóxicos. Sin embargo, se ha convertido en la norma, y por eso es peligroso. En Ghana, encontramos microplásticos en peces y en el suelo. Hace 15 años hacíamos las cosas bien. No veías a gente tirando basura en la calle, y teníamos las comunale, en las que toda la comunidad se levantaba un sábado y empezaba a trabajar en lo que se necesitara. Pero mire ahora nuestras playas.
¿Cómo es la playa en el presente si se la compara con la de su infancia?
Es horrible, horrible. No puedo ir a las playas en las que disfrutaba en mi juventud. Estamos trabajando para recuperar algunas. Además de la contaminación, también sufrimos el aumento del nivel del mar. Si quieres ir a una playa limpia en Ghana, tienes que conducir un buen rato hacia el este o el oeste.
Se estima que los plásticos se triplicarán en el mundo entre 2040 y 2060. Pese a las leyes y tratados, ¿vamos por el buen camino?
Las oportunidades están en la reducción y en las soluciones alternativas de embalaje. Si el reciclaje hubiera funcionado, más del 70% de nuestros plásticos se reciclarían, pero no llegamos ni al 10%. Existe un fallo sistémico, y es hora de que asumamos nuestras responsabilidades colectivas mientras intentamos que nuestros gobiernos avancen hacia la reducción. Podemos esforzarnos en ello: desde el niño en la escuela adaptándose a un estilo de vida, hasta el emprendedor que no nos obligue a usar plásticos de un solo uso. Así, podremos dejar un mundo mejor a la próxima generación. De momento, el mundo que vamos a dejar es peor que el que había hace unos años.
La actividad pesquera es uno de los motores económicos de Ghana. ¿Cómo se está viendo afectada por el incremento de la contaminación?
Las comunidades pesqueras a las que damos servicio capturan más plástico que peces. Es muy triste. Se suponía que esto ocurriría alrededor de 2050, pero ya está sucediendo. Es realmente lamentable, y por eso intentamos impulsar la prohibición de algunos de estos plásticos de un solo uso. Es el Gobierno el que tiene que actuar y prohibir o penalizar su uso. Los medios de vida de los pescadores se están viendo afectados. La captura es baja. Además, no es una industria lucrativa, ya que tiene que competir con los pesqueros chinos y la pesca ilegal. Por lo tanto, afronta problemas que van más allá de la basura.