Sara López

Derechos de los pueblos indígenas. Defensa del medio ambiente.
México
Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil y Consejo Nacional Indígena (CNI)

El activismo de Sara López en defensa del territorio, la tierra, el agua, la vida y las comunidades indígenas se remonta a su adolescencia, cuando participaba en los talleres de formación que impartían los jesuitas. Formada en la teoría de la liberación, la activista ha dedicado toda su vida a defenderse contra las injusticias a las que se ven sometidas, año tras año, las poblaciones originarias en México. Desde mitad de los años noventa forma parte del Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil y del Consejo Nacional Indígena (CNI).

En su trayectoria como activista y defensora de los derechos humanos, destaca su trabajo en Nicaragua, en la formación de comunidades con los recolectores y recolectoras de café, su acompañamiento a comunidades indígenas desplazadas y su lucha en la Red Nacional de Resistencia Civil contra las Altas Tarifas Eléctricas, por la que fue detenida y encarcelada en 2009. Entonces, Sara López pasó once meses en prisión; pero gracias a la presión popular exigiendo su liberación y a una huelga de hambre que protagonizó durante quince días, fue liberada. Actualmente centra su lucha contra la construcción del mal llamado Tren Maya, un megaproyecto faraónico que se ha convertido en el emblema del gobierno de López Obrador y que está teniendo un fuerte impacto en la región y en las comunidades que la habitan.

El mal llamado Tren Maya, los monocultivos de palma africana, la invasión de los cultivos transgénicos y el impacto del turismo de masas

Una de las luchas en las que está inmersa en estos momento Sara López es la que tiene como foco el mal llamado Tren Maya, un proyecto ferroviario puesto en marcha por el gobierno de López Obrador y que atraviesa los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Yucatán y Quintana Roo. Este megaproyecto, que implica la construcción de más de 1.500 kilómetros de vía férrea, supone una profunda reordenación territorial y tiene un impacto profundo en todos los ámbitos: el ambiental, el social, el cultural y el económico. Si bien el gobierno mexicano ha asegurado que el proyecto tiene como objetivo facilitar al conectividad entre las comunidades, mejorar la calidad de vida de estas e impulsar económicamente la región, sus habitantes no opinan lo mismo: el megaproyecto trae consigo más deforestación (hasta el momento se han talado 3 millones 444 mil árboles a lo largo de la ruta), más contaminación, la alienación cultural de los habitantes del territorio y más pobreza; así como la conversión de la cultura de los territorios —en este caso la maya— en un producto comercial. Las organizaciones que están en contra del proyecto aseguran que detrás del mismo solo existe el interés comercial y económico del gobierno mexicano y que se trata de un proyecto de desarrollo turístico orientado a ese fin. Los y las activistas en contra de este trazado ferroviario aseguran que: “Las cadenas hoteleras, agencias de viaje y parques temáticos han mercantilizado su cultura, vestimentas, rituales y lugares sagrados a cambio de beneficios económicos” y tienen miedo de que el Tren Maya arrase con su forma de vida, su cultura y sus lenguas. En México, además, también han salido publicadas algunas informaciones que cuestionan la viabilidad social y financiera del proyecto, se apunta hacia una presunta corrupción y ya se han puesto de manifiesto las irregularidades que se produjeron en consulta con las comunidades originarias del territorio en 2019: se ocultó información a la población y se dejó fuera de consulta a más de dos millones de personas habitantes de la Península de Yucatán. Por lo que se refiere al consentimiento informado, a causa de la falta del trazo definitivo del Proyecto Tren Maya; la indefinición de la ubicación de los polos de desarrollo a lo largo de la ruta del tren, y a que, en 2019, no elaboró diagnósticos, ni estudios en el ámbito social, en los que se previeran los posibles efectos y riesgos sociales que ocasionarían el desarrollo de la vía ferroviaria y los polos de desarrollo, el FONATUR no proporcionó a los indígenas la información necesaria para que éstos aceptaran el proyecto con pleno conocimiento de causa, por lo que no acreditó que el consentimiento del proyecto se obtuviera con la condición básica de ser informado”, se puede leer en el informe Efectos Sociales del Proyecto Tren Maya Auditoría de Desempeño: 2019-3-21W3N-07-1385-2020 1385-DE, de la Auditoría Superior de la Federación. Si bien en 2018 se dio el pistoletazo de salida al proyecto, no fue hasta 2020 que se iniciaron las obras. El pasado mes de diciembre de 2023, López Obrador inauguró los tres primeros tramos de la ruta. Según el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), que es quien se encarga del megaproyecto, en 2053, el tren transportará unos 100.000 usuarios diarios, unos tres millones de pasajeros al mes.

Otro de los problemas a los que tiene que hacer frente la región es a la proliferación de los cultivos de palma africana y el aumento de los cultivos transgénicos, que amenazan los métodos de agricultura tradicional de las comunidades locales y zonas de la biosfera con ecosistemas únicos. De hecho, la Península de Yucatán cuenta con el mayor porcentaje de espacios protegidos del país. Los cultivos de palma africana y los transgénicos propician la deforestación y la tala clandestina de árboles, la contaminación de ríos y aguas subterráneas y el cambio de comportamiento de las especies animales autóctonas, entre otros efectos.

Por último, no hay que olvidar el impacto que tiene el turismo de masas en la región, uno de los destinos más populares del país. La turistificación y la sobreexplotación masiva de la zona en los últimos años ha comportado, además de graves impactos ambientales, el desplazamiento de las comunidades y la migración de la población local hacia ciudades turísticas como Tulum, Playa del Carmen o Cancún para ganarse la vida. Esto está teniendo un impacto importante en el ámbito de las identidades indígenas, las tradiciones y la cultura originaria y convierte espacios de alto valor espiritual para las comunidades originarias en escenarios vacacionales.

Entrevista a Sara López

Llevas más de cuarenta años de activismo en la defensa del territorio y la cultura maya.

Sí, desde los 14. Me inicié en esto a partir de los talleres que daban los jesuitas, que nada tenían que ver con lo religioso. Se centraban en el análisis de la realidad, la fe política, etc. Me motivó mucho y fui formándome en esa línea. Me casé a los 15 años y pronto tuve dos hijos. Estuve trabajando en el ámbito de la teología de la liberación. En esos años surgió el Consejo Regional Indígena y Popular de Xpujil. Coincidió, a mediados de los noventa, con una sequía muy intensa. Se secaron los humedales y la situación se puso tan tensa que organizamos algunas manifestaciones. Fue entonces cuando empezó la persecución a mi persona.

Tuviste que huir.

Sí, para que no me detuvieran; pero el activismo es parte de mi vida. Soy tan apasionada que amo la lucha, lo que hacemos. Ya no puedo estar sin hacerlo. Sé que necesito tiempo para mí y para mi salud, pero también sé que tengo que poner mi granito de arena.

En 2009 te detuvieron por luchar contra las altas tarifas eléctricas.

Yo tenía una orden de aprensión desde 1995 en Xpujil, luego me fui a Veracruz, pero por problemas económicos tuve que volver a Candelaria, que es mi lugar de origen. Yo sabía que me podían detener en cualquier lugar, porque la aprensión era a nivel nacional. Cuando volví a Candelaria y me volví a meter en la lucha, fue cuando me detuvieron, cuando me integré en el movimiento de resistencia civil contra las altas tarifas eléctricas, porque las tarifas no eran justas. Nos plantamos y decidimos no pagar. El impacto fue fuerte y el gobierno vio comprometidos sus intereses, así que se inventaron el delito de privación de la libertad y detuvieron a cinco personas. Una de ellas era yo. Viví tantas cosas en la cárcel… Me debilitaba, pero siempre conseguía renacer. Lo bueno es que la gente se movilizó y empezó a ejercer presión política, tanto en lo regional, como en lo nacional, como en lo internacional. Y funcionó. Y yo salí fortalecida de todo aquello.

¿Pensaste en algún momento en apartarte de la defensa del territorio y el activismo?

El gobierno pensó que teniéndome once meses encarcelada iba a apartarme de las reivindicaciones, y no fue así. Nunca se imaginó que eso sería el impulso definitivo para seguir en mi lucha. Mis actividades, sin embargo, sí que han afectado a mi vida personal. A veces sí que he bajado la intensidad de la lucha, pero siempre he vuelto a ella. Lo que siempre he temido es que el gobierno tocase a alguno de mis cinco hijos. Ellos, desde que yo estuve en la cárcel, sí que bajaron la intensidad de las reivindicaciones. Pero me han apoyado siempre. Nunca los he involucrado en mis asuntos, a pesar de que también han sido hostigados por el poder.

Vives en un territorio en conflicto constante por la defensa de los derechos humanos y el derecho a existir. Turistificación masiva, proliferación del monocultivo de palma africana y transgénicos, entre otros problemas.

En el caso de Candelaria tenemos un problema muy grande con el cultivo de palma africana, porque daña la tierra y el resto de los cultivos. El problema de este cultivo es que consume mucha agua y las plantaciones se encuentran cerca de los ríos, y pueden contaminarse, además de secarse. Los peces se mueren por los residuos, además. En la resistencia hicimos varias sesiones informativas sobre los peligros del cultivo de palma africana y cuando el gobierno se preparaba para hacer otra ronda de cultivo, la gente no lo permitió. Fue un logro inmenso. Otro problema que tenemos, en otra parte de la región, en Campeche, es la deforestación, propiciada por los menonitas, y la plantación de sorgo y soja transgénica. Son plantaciones enormes que son fumigadas con avionetas. Es algo espantoso. También sacan el agua de los pozos para inundar hectáreas y poder sembrar arroz. Es una lucha constante.

Y ahora la construcción y puesta en marcha del mal llamado Tren Maya. ¿Cómo afrontáis la situación actual?

Con la llegada del mal llamado Tren Maya ha aumentado la violencia, los asaltos y los asesinatos. Han subido como nunca los precios de la cesta básica y de las rentas. Este es un proyecto que venía de antes de que López Obrador asumiese la presidencia, pero es él quien lo ha puesto en marcha. López Obrador, al ver que millones de mexicanos votaron por él, aprovechó la oportunidad. Dio becas y recursos a los jóvenes y a los mayores, entre otros apoyos. Fue astuto y lo supo hacer: sabía que la gente necesita la ayuda económica; así que se los ganó a todos y nos metió el proyecto. Fue en 2019. No tuvimos tiempo de prepararnos y la gente del territorio, en su mayoría, apoyó el proyecto. Ahora, con todo lo que está pasando, la gente se ha dado cuenta y empieza a despertar.

Desde las izquierdas europeas hay una buena imagen de López Obrador, pero cuando se mira desde la perspectiva de los defensores de los derechos humanos del país o los y las periodistas, parece que durante estos años de gobierno también se han dado algunos pasos atrás en algunos ámbitos.

Él [López Obrador]viene de la lucha social en Tabasco, pero cuando fue alcalde de Ciudad de México [2000-2005]tampoco hizo gran cosa: básicamente se limitó a poner en marcha programas asistenciales, que es lo mismo que ha hecho estos años a nivel nacional. Para muchos y muchas votantes, ha sido una decepción. Nosotros no le votamos, pero pensamos que con él podríamos llegar a cierto diálogo. Va salir [de la presidència] y nunca logramos una mesa de diálogo con él, cosa que si habíamos conseguido tanto con el PRI [Partit Revolucionari Institucional] como con el PAN [Partit Acció Nacional].

En breve hay elecciones en el país y se presentan dos mujeres.

Estoy convencida de que ganará Claudia Sheinbaum[Morena], pero no importa: quien manejará la presidencia por detrás será López Obrador, no tengo dudas.

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