Yezli Mic

Derechos de las mujeres
El Salvador
Hip Hop Femenino
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Ser mujer en El Salvador no es una tarea fácil. Ser mujer, rapera y feminista, aún menos. Yezli Mic, de 26 años, lo sabe desde que, de adolescente, se empezó a dar cuenta de lo problemático que podía resultar ser una mujer en uno de los países con una de las tasas de feminicidios más altas del mundo. Empezó a escribir versos y a rapear de manera totalmente autodidacta en 2011 y por pura casualidad, porque lo había visto hacer en las calles de su barrio. Se inició en el mundo del hip hop con una crew, pero en 2016 decidió emprender otro camino: creó un chat con las chicas raperas que conocía para componer una canción colectiva que hablase de los derechos de las mujeres. De ahí surgió el colectivo Hip Hop Femenino, también conformado por mujeres grafiteras en un inicio. Actualmente, Yezli Mic, Jennifer Alisson Rivas (Queen), Margareth Arantxa Guevara (Ariz) y Joselin Elizabeth García (Yoshi dj) son las raperas que están al frente de este colectivo, que también trabaja codo con codo con colectivos feministas. Yezli Mic asegura que trabajar con las feministas les ha permitido empoderarse, aprender y conseguir espacios. Dice que, como colectivo, les ha cambiado la vida, porque “teníamos el talento pero nos faltaba el mensaje”. Además de rapear, Hip Hop Femenino también imparte charlas, talleres y formaciones relacionadas con derechos humanos y la violencia contra las mujeres.

El día a día de Yezli Mic se divide entre el trabajo —se encarga de un puesto ambulante de gaseosas y tortas— y los versos. Está orgullosa del camino que está recorriendo, puesto que está hecho a base de constancia, esfuerzo y aprendizaje. “Cuando empecé a rapear, me di cuenta de que podía entonar. Poco a poco fui descubriendo mis capacidades”, explica.

Violencia social e institucional contra las mujeres

El Salvador es un país de tendencias conservadoras; además hay una serie de sectores fundamentalistas que ostentan mucho poder político, económico y mediático que hacen que la situación de las mujeres, en lugar de avanzar, retroceda. Para constatar esta tendencia solo es necesario mirar hacia los derechos sexuales y reproductivos y hacia la legislación abortiva: en El Salvador, elaborto está completamente prohibido y las mujeres no pueden abortar en ningún supuesto: ni que ese embarazo sea fruto de una violación, ni que suponga un riesgo para la salud de la embarazada, ni que el feto tenga una malformación. Ante este contexto, las mujeres que abortan, incluso las que lo hacen de manera espontánea, son duramente perseguidas, criminalizadas y estigmatizadas. En noviembre de 2021 El Salvador fue condenado por el Tribunal Interamericano de Derechos Humanos por haber encarcelado a Manuela, una mujer que había sufrido un aborto espontáneo. La violencia contra las mujeres no solo se produce en el ámbito institucional: en la Encuesta Nacional de Violencia Sexual de 2019, se asegura que el 63% de las mujeres en El Salvador ha sufrido violencia sexual, como mínimo en una ocasión, a lo largo de su vida.

Bukele y los derechos humanos

Nayib Bukele asumió el poder en 2019 con una promesa clara: acabar con la violencia de las pandillas. Desde entonces, y de manera más acentuada desde marzo de 2022, cuando entró en vigor el plan de seguridad y el régimen de excepción (prorrogado hasta en 14 ocasiones), se han suspendido algunas garantías constitucionales y la violación de los derechos humanos por parte de los cuerpos policiales y de la administración ha sido demostrada en numerosas ocasiones: personas muertas bajo la tutela del estado, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas y tortura. En el último año, se calcula que unas 68.000 personas han sido detenidas y acusadas de pertenecer a pandillas o colaborar con ellas. Muchas de ellas se han enfrentado a estos cargos sin pruebas.

En un informe reciente, de diciembre de 2022, Human Rights Watch (HRW) y la ONG local Cristosal, concluyen que en El Salvador «se han cometido violaciones generalizadas de derechos humanos durante el régimen de excepción«, entre ellas detenciones arbitrarias masivas, torturas, muertes bajo custodia estatal y procesos penales abusivos. Mención aparte merece la situación en las cárceles, donde los presos viven sin garantías y en condiciones de hacinamiento.

n este contexto, Nayib Bukele presume de haber reducido la violencia en las calles, territorio ahora tomado por los militares, y una parte importante de la sociedad salvadoreña aplaude la contundencia del presidente y su manera de gobernar. La deriva autoritaria del presidente Bukele no solo ha tenido un impacto en las calles, sino también en la justicia y en los medios de comunicación. Respecto a esto último, por ejemplo, durante su mandato ha aprobado una reforma del Código Penal que permite perseguir a los medios de comunicación críticos con su gestión. De hecho, El Faro, el periódico de investigación más potente del país y muy crítico con el gobierno, tuvo que trasladar su estructura legal y administrativa a Costa Rica —aunque su redacción se mantiene en El Salvador—para no sufrir el acoso y la persecución a los que lo estaba sometiendo el gobierno. El Faro ha demostrado en diferentes ocasiones que la reducción de la violencia en las calles salvadoreñas no se debe a la mano dura de Bukele contra las pandillas, sino a la negociación con estas.

Entrevista a Yezli Mic

El Salvador tiene una de las tasas de feminicidios más altas de Latinoamérica y es uno de los países más peligrosos para las mujeres. ¿Cómo crece una niña en semejante contexto?

Las niñas y las mujeres crecemos normalizando las violencias. En El Salvador, como en otros lugares, muchos feminicidios se dan en el ámbito de la pareja. Lo que dicen muchos medios de comunicación es que la mujer se lo buscó, que no se dejó respetar, etcétera. que no se dejó respetar, etcétera. Nos educan con esa idea: con la de que tenemos que hacernos respetar para que no nos sucedan cosas malas. En El Salvador se vive culpabilizando a las mujeres y no podemos ser libres. Yo misma he sufrido muchísimo acoso en la calle, incluso tocamientos; pero la policía no hace nada. Además de cuidarse del machismo de los hombres, hay que cuidarse de la ignorancia de la policía. Hay una ley sobre el acoso, pero ¿de qué sirve denunciar si luego no se hace nada?.

Además de ser un problema social, es un problema político.

Las actuales diputadas de la Asamblea, durante la campaña electoral, por ejemplo apoyaron el derecho a decidir [en referència a l’avortament]y la reforma del aborto, pero ahora ya no lo apoyan y se han puesto del lado del presidente. Es bien feo que no nos ayudemos entre mujeres, porque una da el voto pensando en que te van a ayudar en algo.

Cómo llevaron en tu casa el hecho de que empezases a rapear y a escribir letras tan críticas? ¿Tienen miedo?

Como sucede a muchos jóvenes en El Salvador, yo vengo de una familia disfuncional. Mi padre murió cuando yo tenía seis años y mi madre emigró a Estados Unidos cuando yo tenía catorce. Me he criado prácticamente sola. Cuando mi madre escucha mis canciones me dice que tenga cuidado, porque ella tiene miedo. Sin embargo, también se alegra mucho de cómo estoy haciendo las cosas, porque dice que soy valiente.

¿Qué les dirías a las niñas salvadoreñas que justo ahora empiezan a darse cuenta de lo que esconde la sociedad en la que viven, que empiezan a experimentar el machismo?

Que combatan el miedo con valentía; que no tengan miedo ni pena de lo que quieren decir. Que no están solas, y que, si quieren dedicarse a la música o a pintar o a dibujar, que lo hagan, porque vida solo hay una y con miedo no se puede vivir. Porque al final de todo, la única satisfacción que nos queda es la que surge de lo que estamos haciendo.

¿En Hip Hop Femenino, colaboráis con algún colectivo feminista, en este momento?

Estamos trabajando con Colectiva Feminista. Ellas nos están dando fondos para el fortalecimiento de Hip Hop Femenino; y en estos momentos andamos organizando unos talleres de musicoterapia. Nos ayudan en lo que pueden.

¿Cómo surge esa alianza?

Fue a través del concurso «Cuerpos Libres que se celebró en 2015 y en el que se abordaba la violencia obstétrica. Por ignorancia, no investigué sobre el tema y canté cosas que nada tenían que ver. En 2016 asistí a un taller y ahí es cuando todo cambia para Hip Hop Femenino. Nosotras habíamos andado perdidas, pero a través de los talleres, nos dimos cuenta de que ya practicábamos el feminismo sin nosotras darnos cuenta. Con nuestras letras, estábamos defendiendo nuestros derechos. Nos dimos cuenta entonces de que teníamos muchas cosas por decir. Teníamos el talento pero no las herramientas, no teníamos el mensaje.

¿Y cómo acoge la sociedad estas letras tan críticas?

La gente no está sensibilizada con estos temas. Por ejemplo, con el caso del aborto. Se trata de un tema delicado, aún así nosotras intentamos abordarlos. Queda mucha faena por hacer.

Usas el hip hop como herramienta para tu activismo feminista.

Antes de conectar con el feminismo, nosotras éramos artistas. Ahora somos artistas activistas y usamos el rap como herramienta de transformación social, para llevar un mensaje de cambio. . Hay muchas mujeres que se identifican con lo que nosotras decimos; e incluso algunos hombres. El rap nos permite poner palabras y humanizar las cosas. Ser activista es tener un compromiso con una misma, pero también con el resto de la sociedad, mirar más allá de la nariz propia. Hay que tener empatía con aquellos a quienes violentan. Y para mí, eso es el rap: una herramienta con la que mes siento libre y que me permite denunciar diferentes situaciones.

Además del peligro que existe para las mujeres, desde hace más de un año en El Salvador tenéis un estado de excepción que ha producido una vulneración de derechos sistemático.

Como mujer tengo miedo al abuso de la autoridad, porque hay muchísimos casos de abuso policial. También tengo miedo como artista, porque se suele relacionar el rap con las pandillas. De hecho, hay artistas de la cultura hip hop presos. Me fastidia que muchos artistas no se pronuncien sobre eso. Dicen que no hablan por un tema de contrato. Esta postura demuestra que existe un miedo de los artistas a llevarle la contraria al gobierno, a ponerse en su punto de mira. Se trata de un tema muy delicado, porque [el govern]es muy poderoso. A veces tengo miedo de que, si ofendo a alguien, me echen a la policía. Además, siempre se acaban llevando a los mismos: a los de las colonias pobres.

¿Cómo encuentras el equilibrio entre el miedo y la necesidad de escribir y cantar? ¿Dónde se encuentra el punto intermedio entre ser valiente y ser precavida?

Cuando se trata de denunciar, una habla desde la rabia y la impotencia. Cantar es algo que parece mínimo, pero yo sé que hay quien me escucha y dice ‘esa bicha tiene razón’. Yo escribo desde la impotencia y el dolor, no el miedo. Y ante esta situación no nos queda otra que denunciar.

Estuviste hace unos años en España, impartiendo unos talleres en Galicia.

í, llevé a cabo talleres con jóvenes y les expliqué cuál es la situación en El Salvador y también hablamos de hip hop y arte urbano. Fue una experiencia muy enriquecedora.

¿Qué tienes entre las manos? ¿Planes de futuro?

En Hip Hop Femenino estamos trabajando en un disco que saldrá, en principio, antes de que termine el año. También estamos creando un canal en Spotify. Estamos centradas en el trabajo colectivo; pero lo hacemos mientras trabajamos en otras cosas. Yo trabajo vendiendo gaseosas y tortas en un puestecito en la calle; otra de las componentes del colectivo es mamá y está estudiando inglés; y la otra tiene a cargo a un sobrino porque su hermana está presa desde hace algunos meses. Cada una anda a sus cosas y es complicado coincidir, pero siempre que podemos trabajamos en el proyecto.

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